Quizá no lo haya visto usted en televisión porque entre tantas cosas serias las frivolidades parece que no están permitidas, pero hay un lío enorme ... montado en Instagram porque Madonna apareció en la entrega de los premios Grammy con tanta cirugía en la cara que parece casi irreconocible. No es ni la primera ni la última mujer a la que le pasa, y los hombres, por supuesto, tampoco se libran de esto. A ver si va a resultar que la cara de muñeco diabólico de Berlusconi es menos humillante que la de Renée Zellweger cuando protagonizó 'El diario de Bridget Jones 3' pareciendo otra persona completamente distinta.
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La cirugía estética no debe ser un debate moral, igual que tampoco lo es teñirse el pelo. ¿Es más reprobable esconder las canas que hacerse una rinoplastia? Probablemente no, pero se juzga de forma distinta. El problema de fondo es el mismo: ante la posibilidad de cambiar algo que derive en que nos sintamos mejor, lo hacemos. Es condición humana: ocurre con el maquillaje y también con el deporte. Machacarse en el gimnasio no es solo una cuestión de salud, lo es también de estética y está bien querer mejorar, ya sea a base de bisturí, de pintalabios o de mancuernas.
Con Madonna el problema es un tanto filosófico: buscando mejorar de manera artificial lo que la naturaleza le ha negado a su físico, ha acabado empeorándose mucho más que si simplemente hubiera decidido envejecer. Ella por lo menos tiene más de 65 años y lleva toda una vida de operaciones de éxito, pero hay chicas jóvenes que ya parecen muñecas hinchables inyectándose bótox desde los 18. Que cada cual haga lo que considere, pero que asuma las consecuencias de vivir por y para TikTok.
Esto no reviste mayor importancia que la que cualquiera le quiera dar al aspecto físico de Madonna en el desarrollo de su vida personal, empero que a usted y a mí la cuenta de resultados del cirujano plástico de cualquier celebrity no nos va a cambiar el destino en lo sustancial. Pero sí que es posible que estas malas experiencias sirvan para que muchas personas, particularmente muchas niñas, entiendan que en muchas ocasiones la mayor imperfección que existe es la propia perfección.
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Desde que el mundo es mundo las 'influencers' han existido como tal, solo que antes en vez de ser personas anónimas que cuelgan fotos de su estilo de vida en redes sociales nosotros nos fijábamos en actores o cantantes. De toda la vida el restaurante al que ha ido el Rey en verano se ha puesto de moda, el hotel de lujo en el que pasaban sus vacaciones los Beckham también, o el modelito de Zara de la actriz de turno se agotaba en cuestión de segundos. La admiración de un modelo de estilo de vida y social de éxito es natural, a todos nos gustaría tener la vida solucionada y leer LA VERDAD los domingos desde una mansión y no en la casa de siempre con los problemas de siempre.
El verdadero problema de aquellos que influencian es precisamente la democratización de esos perfiles: como ahora nos fijamos en gente ordinaria que maquilla su vida para que parezca extraordinaria, la comparación con ellos es mucho más letal para la salud mental de los jóvenes. Nosotros siempre tuvimos claro que había una distancia sideral entre la vida de Britney Spears y la nuestra, ¿pero es tan diferente lo que hacemos de lo que vivía hace pocos años Dulceida, por ejemplo? Al entender que los 'influencers' forman parte del mismo universo que las personas normales la frustración por no ser como ellos es infinitamente superior a la que las generaciones anteriores sufrimos con nuestros respectivos ídolos.
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La vida de color de rosa y lujo de aquellos a los que admiramos es parcialmente mentira, igual que es parcialmente falso que usted o yo seamos más infelices que ellos: simplemente nos ponen contentos cosas distintas. La diferencia es que mientras nosotros sabemos que para tener una vida plena solo hace falta estar sano y tener un futuro hacia el que orientarnos, para los que proyectan su vida un milímetro de imperfección es un universo de fracasos.
Y por culpa de ese estándar, en el que si en un nanosegundo del metaverso algo no funciona todo se desmorona, se cometen errores como que ahora Madonna sea Chucky mientras nosotros somos igual de feos y normales que lo éramos ayer. Y probablemente, mucho más felices.
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Viva la gente normal.
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