Deslealtad. Perdona que te diga, pero no es una broma. Que un ministro español acuse a la ganadería española en el periódico 'The Guardian', mensajero del laboralismo británico, de exportar carne de la «peor calidad» no es una broma de mal gusto aunque lo ... parezca. Si, además, acusa a los ganaderos españoles de «maltrato animal» y de provocar «deterioro ecológico descomunal» no es que a este ministro se le haya ido la pinza, sino que habrá que ir deduciendo que un experto en sansiroladas, bravatas y demás fanfarrias nos ha 'okupado' la cartera de Comercio. Una deslealtad inaceptable.

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Porque, claro, si fuese la primera vez, habría que pensar en un puntual desatino. Que el mejor escriba echa un borrón y el que tiene boca se equivoca. Pero no. Tú recordarás conmigo que este favorecido de Iglesias, al que Sánchez no se cansa de corregir, ya nos recomendó a los españoles tiempo atrás la necesidad de «comer menos carne» porque así se causaría menos daño ecológico. Y lo dijo, con todo el morro, el mismo señor que invitó a los comensales de su boda a saborear exquisitos solomillos. Consejos vendo que para mí no tengo.

Turismo. Recuerda también que el pasado verano este ministro murmurador y maldiciente puso en pie de guerra a media España y siguió cabreando a la otra, al acusar al turismo español, en plena campaña de reclamo, de ser «estacional, precario y de bajo valor añadido». Hosteleros, cocineros, restauradores, granjeros, ganaderos clamaron, claman, contra este atrevido lenguaraz al que su propio gobierno no respalda. Y eso es así, hasta el punto de que nos sale la portavoz del Ejecutivo diciendo que el señor Garzón expresa su opinión «a título personal», como si un ministro pudiera hablar en público de forma personal y más de cuestiones de su competencia que afectan, y de qué manera, a sectores productivos básicos en nuestra economía de los que dependen decenas de miles de puestos de trabajo. Y todo eso, a falta de que el presidente Pedro Sánchez nos aparezca, un día de estos, fotografiado degustando un espectacular chuletón de Ávila. Que todo se andará.

El cese de Garzón es un clamor. No solo lo piden las asociaciones de los sectores afectados o los partidos de la oposición, sino algún colega del consejo de ministros como el titular de Agricultura, Luis Planas, siempre correcto, y presidentes autonómicos de distinto signo como el popular Mañueco o los socialistas Lambán y García Page.

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Fijación. El ministro, o ministrillo, como prefieras, de Consumo es reincidente en su deslealtad y mantiene su fijación contra el sector cárnico por razones ideológicas que no sustentadas en la realidad del día a día de la ganadería española. Es de suponer que en 'The Guardian' deben saber muy bien que fue precisamente en Gran Bretaña donde se originó en los noventa aquel 'mal de las vacas locas' que convulsionó a la opinión pública mundial. Y que originó que España liderara a los países de la UE que adoptaron las más serias, severas y estrictas medidas de control en la industria ganadera. Por tanto cabe pensar razonablemente que la carne que exporta nuestro país tiene los mayores niveles de control sanitario y calidad alimentaria. No hay que salir de la Región de Murcia, especialmente en el Valle del Guadalentín, para encontrar claros exponentes de ello. Que la prensa lorquina le pregunte al alcalde de Lorca, en la primera rueda de prensa a la que asista, lo que opina al respecto y verás como Diego Jota no se corta un pelo en poner a Garzón tomando las de Villadiego. Y si se lo preguntan al lorquino de La Arboleja, López Miras, tres cuartos de lo mismo.

Garzonadas. Alberto Garzón es un ministro irrelevante, relegado a un ministerio de segundo nivel que antaño no dejaba de ser una sección menor de otro ministerio. En el reparto de prebendas y canonjías le tocó esta 'maría' y a Garzón no le queda otra salida para abandonar su aburrida irrelevancia que acudir al atrevimiento, a la salida de tono, a la ocurrencia o al disparate. Si tuviese pruebas de que en España existe el maltrato animal lo que tendría que haber hecho Garzón es irse a la Fiscalía y aportarlas. Esta garzonada sin sentido coloca a quien tiene el dudoso mérito de haber diluido a Izquierda Unida en el magma de Unidas Podemos, en un serio y molesto problema para Pedro Sánchez, quien lo habría cesado de buen grado si no estuviese más pendiente de la cuota podemita de su gobierno que de las trascendentes repercusiones de tales dislates. Mantener a Garzón pese a sus garzonadas es un nuevo error de cálculo del laboratorio monclovita, el mismo que urdió la moción-chapuza de la Asamblea Regional. Tú ya verás cómo la avispada, tenaz e inteligente Yolanda Díaz se lo va dejando claro a unos y a otros en los próximos tiempos con su nuevo proyecto de reagrupación de la nueva izquierda. Y es que la política es algo demasiado serio como para dejarla en manos de aficionados.

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