El ministro de Consumo tiene hermanos pequeños, al menos uno que se llama Eduardo y que a pesar de ser licenciado en Economía se pregunta ... a diario por qué no se imprimen más billetes para acabar con la pobreza en el mundo. Los Garzón no son los más doctos en su especie, es evidente, pero al menos tienen la experiencia vital suficiente como para que el líder de Izquierda Unida no vaya haciendo, o lo que es peor, dejándonos en ridículo ante los pobres ingleses que aún consumen el 'The Guardian'.
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Volvamos a la estirpe familiar para entender la lógica aristotélica que explica por qué todo un ministro no puede dar una entrevista en un medio de comunicación internacional diciendo que la carne que exportamos es de mala calidad porque a las vacas no se las trata con perspectiva de género.
Cuando Alberto Garzón fue pequeño, que hasta los comunistas hubo un día en que fueron niños, seguramente se pelearía con relativa frecuencia con su hermano Eduardo. Se gritarían, se insultarían y se pegarían; que es algo así como lo que ocurre cada día en el Parlamento, pero en este caso entre las cálidas paredes del hogar. Es altamente probable, por no decir que queda científicamente avalado, que en algún momento de su vida Alberto Garzón ha llamado a su hermano idiota, como todos hemos hecho con los nuestros. Pero esa ley científica que explica que nuestros congéneres siempre son susceptibles de ser insultados garantiza, a la vez, que queda terminantemente prohibido que nadie que no seamos nosotros pueda decir la más mínima palabra contra cualquier familiar nuestro, ya sea Satanás o Yolanda Díaz.
Este axioma, que en resumidas cuentas dice que si tu hermano es idiota y tú se lo dices es porque se lo merece, pero si tu amigo dice que lo es entonces hay que matarle, es lo que el ministro Garzón ha olvidado al reventar a la industria cárnica española ante los ojos del mundo.
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Ignoro si hay problemas o no en el proceso de obtención de nuestra carne, aunque generalmente si Podemos dice que algo pasa lo más probable es que ocurra lo contrario. Pero lo que es evidente es que es de una irresponsabilidad absoluta y manifiesta que, si los hay, sea un representante de nuestra soberanía nacional el que se prodigue por los mercados que consumen nuestra carne para decir que están majaras si compran chuletón gallego, que es pésimo. Porque lo importante de la polémica de esta semana no es ni siquiera si es verdad o no lo que dice Garzón (que empero no lo es), sino que el ministro haya confundido su legítima y despreciable posición ideológica en un debate con su manifiesta obligación de defender los intereses de nuestra industria en un mercado estratégico para cientos de miles de españoles.
El problema de raíz en realidad no es ni siquiera que Alberto Garzón diga nada en ningún sitio, que probablemente suscite el mismo nulo interés que el nuevo alcalde de Murcia cuando no la lía parda en Navidad; sino que tengamos un Gobierno conformado por irresponsables de tal calibre que hasta se permiten insultar al país que dicen representar sin que se les pase por su comunista cabeza que quizás hay un pequeño dilema moral en ser ministro del Reino de España y decir que España es una mierda.
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El refranero español suele ser muy sabio para todo, pero para el drama gubernamental lo es más aún. Ya saben aquello de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y en el caso de Garzón no iba a ser novedad. Hace unos meses, cuando el 'comunistro' se dedicó a reiterar por las Españas que había que consumir menos carne, Pedro Sánchez representó por primera vez en su vida a la nación y se burló del tío en rueda de prensa con una crudeza que era hasta cruel.
La diferencia entre la sorna que usted y yo sentimos y la que profiere el ingrato presidente es que nosotros lo máximo que podemos hacer es escribir columnas en LA VERDAD para maldecir a Garzón, pero él le puede cesar. Y un día más en la oficina de Moncloa, a la hora de elegir entre la dignidad de España y el enfado de Podemos, pues pongamos en venta las Castillas, que la ruina económica del país da igual si en Twitter todos gritan #vivaPedro.
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En fin, otra semana más con drama. A por el chuletón, que ya es hora.
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