Ha sido una agradable sorpresa la notable aceptación suscitada por la serie de televisión 'Gambito de Dama', centrada en el juego del ajedrez. Sumidos como estamos en una sonrojante espiral de mediocridad, resulta encomiable –quizás por lo extemporáneo de la ocasión– reivindicar un pasatiempo idóneo ... para la gimnasia mental. Su práctica, si bien no olvidada, no parece atravesar su mejor momento entre las preferencias de ocio. Ha sido desplazada por el abrumador predominio de juegos electrónicos, en los que prevalece una rutinaria mecánica poco proclive a pensar. Un juego del ajedrez es balsámico contrapunto a la estresante aceleración cotidiana, en ese permanente desasosiego inducido por el desconcierto social que nos embarga. No pequemos de optimistas, pues no parece que vaya a prosperar dedicarle tiempo a una actividad pausada, reflexiva y sin aspavientos, como la que fluye alrededor de un tablero. En un entorno calmado, dos personas frente a frente activan sus potencias neuronales para indagar soluciones, intuyendo alternativas a las previsibles respuestas del adversario. En una intensa abstracción mental, levemente interrumpida por el chasquido de las piezas –blancas y negras–, dispuestas sobre sesenta y cuatro cuadrados. Alfiles y peones, caballos y damas, torres y realeza se deslizan por manos expertas, siguiendo órdenes mentales que persiguen una victoria. Caso de no alcanzarla, y empatar, se acepta tablas sin más. Con el agradable colofón, por inusual y desusado, de estrechar sus manos los contendientes con suma deportividad.
Publicidad
Ser respetuosos con un conjunto de reglas, ajustándose a una disciplina en una sana rivalidad, es el germen para forjar el carácter personal. Serviría, en general, como ejemplo de lo contrario al rugido altisonante, atronador y desagradable en tantos órdenes sociales, en los que el adversario de las ideas se convierte, con inusitado encono, en enemigo acérrimo. Es el indeseado presagio de turbulentos amaneceres, en una lamentable pérdida de los hábitos sociales de respeto y educación.
En algunos centros se oferta como alternativa extraescolar. En un tiempo lejano se sugirió incluso la posibilidad de implantar rudimentos generales de ajedrez en los planes de estudio de la escuela. Sería una excelente iniciativa pedagógica, tanto por su vertiente de entretenimiento como de reflexión y de educación en valores y modos de comportamiento. También como simulacro de confrontación, paralelo a la vida real, del que extraer provechosas enseñanzas, tratando de controlar a un adversario ficticio apelando solamente al concurso de la mente. Una actividad que comparte circuitos neuronales por dilucidar con otras, en las que la pura inteligencia se desenvuelve en todo su esplendor, con la consiguiente satisfacción íntima como sucede con la música y las matemáticas. Se trata de formas expresivas del intelecto que son etéreas, inmateriales, de las que se derivan emociones positivas con fluida determinación, sin ese pertinaz empeño por lograr un rendimiento material. Aspecto este último que infortunadamente condena a no pocas actividades del espíritu a ser señaladas como superfluas en los tiempos que corren.
Vivimos una época adversa para aquello que no sean los conocimientos de algunos expertos pedagógicos actuales, embozados en un aura de incomprensible palabrería. Abocados desde este supuesto se puede caer en una vergonzante ignorancia, como con estupor y no poca desazón comprobamos de forma cotidiana. Se relega esa formación completa que debería ser la aspiración de cualquier propuesta educativa. Las materias consideradas, de un modo absurdo, como 'decorativas' son arrinconadas en aras de un uniformado y generalizado predominio de la mediocridad. Sucede con disciplinas como las humanidades, el latín, la filosofía, la historia o la geografía. Ahora, en otro alarde parecido, causa pavor la intención de suprimir lo que con ignorancia se califica como 'saber memorístico'. Con ello se conseguirá desconocer las elementales raíces de la evolución humana, de la historia, de reflexionar e intercambiar pareceres y contrastar opiniones, desde los cimientos de unos saberes con validez universal. Hay un contraste claro, que se observa en las nuevas tendencias pedagógicas, desde instancias como la medicina. Asociada a la fría materialidad de la biología y la pura fisiología, los expertos educativos que marcan las tendencias –léase norteamericanos– abogan por incluir en los planes de estudio conocimientos acerca de humanidades de toda clase. Se pretende solucionar el acusado déficit, tantas veces denunciado, de que –pese a prestar una atención médica correcta en los aspectos técnico–, hay una falta de empatía, de humanidad incluso por parte de los profesionales.
Publicidad
Lo anterior es causa de insatisfacción y elemento negativo para una adecuada gestión de cualquier enfermedad. Una aspiración de apelar a la persona, a la que modestamente contribuirían tantos aprendizajes como el ajedrez. Un pilar destacado –como ha venido sucediendo desde los albores de muy diferentes culturas– que es un elemento importante para una completa formación del carácter de la persona.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.