Ante la soledad y la IA
¿Dónde encontraremos los límites de estos progresos tecnológicos que pueden afectar a una transformación de la naturaleza humana?
Gabriel Navarro
Doctor en Psicología y miembro de Cartagena Piensa
Jueves, 2 de enero 2025, 07:08
¿Hasta qué punto tendrán sentido para las mentes digitales e interconectadas del futuro conceptos como la solidaridad o la hermandad? Esto se preguntaba Naief ... Yehya en su libro 'El cuerpo transformado' (2001), donde analizaba a inicios del siglo XXI el impacto de la biotecnología en la humanidad. Constituye una de tantas cuestiones esenciales que se afronta por muchos especialistas y que no observamos en el conjunto de la sociedad, más preocupada, como quizá sea esperable, por otras razones de supervivencia y de consumo.
Hablamos de solidaridad como cualidad inherente a los humanos y, en esta época hiperconectada, sorprende la emergencia de la soledad como grave problema de la sociedad. La Organización Mundial de la Salud declaró en 2023 que la soledad es una prioridad sanitaria mundial y creó una nueva Comisión sobre Conexión Social para diseñar acciones que intervengan eficazmente sobre esta nueva epidemia. En Suecia, una de cada cuatro personas muere sola. En 2018, Reino Unido nombró por primera vez a un ministro para la soledad. En la Unión Europea, se estima que unos 30 millones de personas se sienten solas con frecuencia.
Según datos del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada (2023), el 13,4% de las personas la sufren, afecta más a mujeres que a hombres. Suele preocupar más el grupo de las personas mayores, sin embargo, son los jóvenes de entre 16 y 24 años quienes encabezan la lista. Casi el 93% de los españoles consideran la soledad no deseada como un problema social importante. El estudio sobre 'Juventud y Soledad no deseada en España' (Fundación ONCE y Ayuda en Acción, 2024) evidencia que el 25,5% de jóvenes de entre 16 y 29 años se sienten solos actualmente. El 69% de las personas jóvenes se han sentido solas en algún momento de su vida.
Existen programas de atención a personas en situación de soledad no deseada de entidades asistenciales y de voluntariado con notable éxito. Los resultados de la investigación 'Percepción y vivencia de la soledad no deseada y sus respuestas en el ámbito comunitario' (Fundación Iseak para Cruz Roja, 2024), muestran que un porcentaje superior al 75% de la población estaría dispuesto a actuar en su barrio mediante acciones de apoyo vecinal, asociacionismo y voluntariado. Pero concurren discrepancias entre las percepciones de la población general sobre el sentimiento de soledad y la realidad del fenómeno junto a su estigma.
Lo llamativo en este contexto es que diversas aplicaciones de inteligencia artificial (IA) están obteniendo resultados relevantes en la atención de la soledad no deseada. Se han desarrollado aplicaciones IA como el robot ElliQ, el chatbot Serena, el agente conversacional Woebot, el algoritmo STOP, la plataforma de tratamiento Youper, la plataforma Replika que simula conversaciones y construye una 'amistad' personalizable, el control de comportamiento mediante teléfonos Senior Monitoring, el asistente virtual Celia o el robot Temi, entre otros.
¿Qué repercusiones pueden acarrear estas aplicaciones en nuestra naturaleza como humanos? Hay autores que destacan la eficacia de la IA en la personalización de servicios de los asistentes virtuales, pero ello también plantea serias preocupaciones sobre la privacidad, los sesgos cognitivos en su diseño y las dependencias que los dispositivos tecnológicos determinan sobre nuestra mente con su uso. Un escenario donde la estrategia de las empresas del capitalismo digital engendran sujetos que eluden pensar críticamente, que diluyen su capacidad de narrarse a sí mismos en un mimetismo consumista, en una subjetividad anodina, convirtiéndoles en «identidades adhesivas», conforme expresa Lola López Mondéjar en su libro 'Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad' (Anagrama 2024).
De otro lado, Tony Prescott, catedrático de Robótica Cognitiva de la Universidad de Sheffield, en su reciente libro 'The Psychology of Artificial Intelligence' (Routledge, 2024), sostiene que la soledad humana suele caracterizarse por una espiral descendente en la que el aislamiento conduce a una menor autoestima, lo que desalienta la interacción con otras personas. Y añade que puede haber formas en las que la compañía de una IA podría «ayudar a romper este ciclo al reforzar los sentimientos de autoestima y ayudar a mantener o mejorar las habilidades sociales».
Por el contrario, Sherry Turkle, profesora del MIT, advierte que establecer relaciones con las máquinas podría resultar contraproducente y hacer que las personas tengan relaciones humanas menos seguras. Noreena Hertz, en su libro 'El siglo de la soledad' (2021) , afirma que la amistad con los robots entraña otro gran peligro, el de que al final prefiramos la interacción con ellos a interactuar con personas.
Una interesante llamada sobre las tendencias de la IA se observa en un artículo publicado en Science Robotics ('Understanding the sense of self through robotics', 30 october 2024), donde Prescott y colaboradores analizan la evolución del yo humano y su aplicación en robótica estableciendo una asombrosa línea de tiempo del desarrollo logrado desde los aspectos del denominado 'yo mínimo' a los relacionados con el 'yo extendido'. El foco de estas investigaciones reside en que «múltiples fenómenos del yo pueden agruparse en al menos tres subsistemas distintos: transtemporal, interpersonal y narrativo, que constituyen lo que describimos como el yo extendido».
¿Dónde encontraremos los límites de estos progresos tecnológicos que pueden afectar a una transformación de la naturaleza humana? Y, sin olvidar nuestra solidaridad y empatía, frente a la irrupción de la IA ante la soledad, ¿estamos dispuestos a colaborar como voluntarios en la atención de los casos de soledad de nuestra comunidad?
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