A menudo me tropiezo con el término 'etnográfico' inserto en folletos turísticos, carteles informativos a pie de elementos patrimoniales o incluso vinculado a experiencias culinarias con la intención de destacar así su carácter genuino. En todas ocasiones me parece que se hace un uso inapropiado ... de este concepto (una redundancia, cuando no una pretensión estético-comercial) que conlleva la pérdida de significado de los sustantivos que acompaña y genera la ilusión de un valor adicional inexistente. Si todo es etnográfico, nada es etnográfico.

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A veces, esta categorización se utiliza para convalidar la autenticidad de determinados elementos culturales con una finalidad crematística. Así, se proponen con descaro reinterpretaciones de «tradiciones de toda la vida» con intención de adscribir estas emociones pretendidamente compartidas de manera universal a la compraventa de un objeto o al disfrute de una experiencia efervescente. Otras veces, asistimos a campañas turísticas que se apropian del patrimonio cultural y natural, se adulteran en la coctelera de tópicos y frases hechas para finalmente otorgarles la bendición de ser algo etnográfico como sello burocrático de autenticidad. Por último, observo que se multiplican las reuniones localistas que se congregan para «poner en valor» técnicas o materiales vernáculas de uso constructivo, actividades productivas no industriales o danzas y músicas folklóricas, y se afanan por rotular de «congreso etnográfico» estos encuentros entre cronistas y afiliados a su comunidad.

Sí, lo sé, RAE: «Etnografía: estudio descriptivo de la cultura popular». Pero esto es insuficiente, hay mucha más poesía y ciencia en la actividad etnográfica.

La etnografía es una herramienta metodológica propia (que no exclusiva) de la Antropología Social y Cultural a la que se recurre para el estudio de comunidades o sociedades. Implica una inmersión profunda en una cultura o grupo social con el objetivo de comprender sus prácticas, costumbres y creencias. Lo material y lo simbólico, lo crudo y lo cocido. Durante el trabajo etnográfico se pasan largos periodos de tiempo conviviendo entre los sujetos de estudio. Se trata de tomar notas de los acontecimientos socio-culturales que ocurren en ese contexto, así como de su estructura, instituciones y relaciones. La ciencia y la poesía estarán en advertir que una fiesta o un ritual 'funcionan' en una comunidad concreta como mecanismos que regulan determinadas relaciones más allá de su función evidente. Y no debemos pensar únicamente en lugares remotos de costumbres exóticas. También se hace etnografía en el contexto urbano contemporáneo, en una localidad de interior para comprender aquello de la 'crisis rural', un puerto de pescadores o para conocer el fenómeno del reparto a domicilio ('riders') a través de plataformas digitales.

Se trata, por tanto, de una técnica que permite desentrañar las complejidades de las sociedades humanas al insertarnos como un detective desvelado en el núcleo de la comunidad objeto de estudio. El antropólogo se sentirá como aquel personaje que inventa Vila-Matas, a quien nadie reconoce a su vuelta a la isla donde nació, después de un exilio forzado. Ante esta contingencia de anonimato sobrevenido, este personaje opta por no desvelar su identidad, y así vivir como extranjero en su propio acento. Como si de un trabajo etnográfico se tratara, este extraño voluntario mantiene conversaciones con aquellos que ya conocía. Se dedica a preguntar lo que intuye o sabía de antemano, pero esta vez concediendo un espacio necesario a los silencios que ocurren entre los discursos. El silencio debe ganar espacio al discurso. Los silencios entre frases habladas oxigenan el debate, otorgan perspectiva y animan a los interlocutores a rellenar los huecos de lo que se acaba de decir y está todavía incompleto. Pretender interpretar lo que la gente dice que hace y asegura que piensa nos obliga, en primer lugar, a sincronizar las pautas de la conversación, adaptarnos a los tiempos de quien tenemos enfrente. Esto conlleva tener pocas preguntas, pero obtener muchas respuestas.

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'Etnografía' no es un adjetivo. Es un intento de interpretar las realidades complejas. Es rigor, no afición de fin de semana. Tampoco es sinónimo de antiguo, ni de 'casa del abuelo'. Es una práctica que obliga a abstraerse y, desde esa extrañeza voluntaria, analizar cómo la estructura social se vincula con la capacidad de agencia de los individuos en un contexto concreto; es interpretar los efectos de los rituales más allá de entenderlos como un fin-en-sí-mismo y entonces imbricarlos con la economía, la política o determinadas manifestaciones religiosas de las comunidades de estudio. 'Etnográfico' no es coletilla para atraer nostálgicos. No hay catas de vino matemáticas, ni rutas senderistas sociológicas. No seamos horteras.

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