La ciudad contemporánea, si se pretende acometer su complejidad más allá de un abordaje técnico de planificación urbana cínico-cortoplacista, no debería reducirse a la caricatura de observarse como un conjunto de edificios y calles trazadas desde una pretendida movilidad eficiente para regular la tensión ... coches-peatones, sino ser aprehendida como un producto de las dinámicas sociales, económicas y políticas de una sociedad. En este sentido, la ciudad se explicaría como una representación física y simbólica de las relaciones de poder, identidades, tensiones y luchas por el control del espacio. Desde este posicionamiento, Henri Lefebvre desarrolló la idea de 'derecho a la ciudad' en el ámbito de la teoría urbana, entendido como un derecho fundamental que todos los ciudadanos deberían tener para participar en la toma de decisiones y en la creación de su entorno urbano.

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Este concepto iría más allá de tener acceso a los servicios y comodidades propias de la ciudad contemporánea, e implica un derecho a participar en la configuración y transformación de la ciudad misma. Sin embargo, los procesos de planificación urbana, insertos a menudo en la ideología de fotocopiar la 'sociedad burocrática de consumo dirigido', olvidan u omiten el factor antropológico y comunitario, de modo que marginan y en ocasiones alienan cualquier propuesta de colaboración entre la Administración y quienes habitan las ciudades.

La participación ciudadana en la configuración del espacio urbano es una expresión de empoderamiento cívico y además una forma de desafiar la proliferación de los 'no lugares': esos espacios funcionales pero anónimos que carecen de identidad y significado. Los aeropuertos, las autopistas y los centros comerciales son ejemplos clásicos de 'no-lugares'. Estos entornos estériles, aunque eficientes en sus propósitos designados, están desprovistos de las historias humanas que impregnan el núcleo de la ciudad. Además, contienen la paradoja del desarrollo urbano: cuanto más construimos para ser eficientes, más corremos el riesgo de borrar la esencia de lo que hace de una ciudad una entidad viva, que recoge y replantea la memoria del colectivo que la habita. Por otra parte, y ya en el terreno del uso práctico cotidiano, satisfacer los 'usos reales' que la ciudadanía hace (desea hacer) del espacio de su ciudad va más allá de poblar las aceras de patinetes eléctricos para su alquiler o desenrollar metros de carril bici que a menudo quedan desconectados, no se utilizan (¿por qué tienen tan poco uso?) o mayoritariamente los transita el perfil del repartidor a domicilio como arquetipo motorizado propio de un paisaje cultural urbano neoliberal y homogeneizado.

La antropología urbana se propone como un espacio de reflexión y de acción desde donde se desvela la compleja interacción entre las ciudades y sus habitantes. Se trata de atender a las demandas de la vida cotidiana de las personas, examinando cómo interactúan con su entorno y cómo sus rutinas influyen en la utilización del espacio. Desde esta disciplina, se reconoce la complejidad y diversidad cultural de las urbes contemporáneas como espacios heterogéneos donde 'la calle' emerge como el espacio público por derecho donde el grupo se manifiesta, se muestra, se exhibe y debiera encontrar espacios para el descanso y la reflexión, así como para la interacción y así tejer la trama de relaciones políticas y familiares que conforman el capital relacional individual como activo emocional y material. En cuanto a la metodología, un enfoque participativo y 'de abajo hacia arriba' es una característica distintiva de la antropología urbana. Desde esta perspectiva, los antropólogos urbanos tienen la posibilidad de trabajar junto a las comunidades locales para comprender sus preocupaciones, aspiraciones y deseos respecto al desarrollo urbano. Esta tarea de intermediación entre Administración y ciudadanía permitiría diseñar estrategias que respondan de manera más precisa a las necesidades reales de la población, superando soluciones impuestas desde arriba que parecieran condicionadas por la oportunidad europea o nacional que interpela a acondicionar la ciudad a modelos prediseñados, ajenos a las realidades locales.

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