La falacia del feminismo liberal

El debate sobre el 'feminismo liberal' planteado por el PP tuvo un momento de disonancia cuando una de las invitadas a participar –Paula Gómez de la Bárcena– afeó a los organizadores de la convención nacional el hecho de que solo el 25% de las asistentes a ella fueran mujeres, y de que, en cualquier empresa del IBEX –estructura falocéntrica donde las haya– hubiera más representación femenina que allí. Esta observación crítica constituyó un inesperado y contundente ejercicio de deconstrucción del nuevo y supuesto talante feminista del PP, en la medida en que suponía poner de manifiesto cómo ese espacio de reflexión creado para discutir sobre la presencia insuficiente de la mujer en la esfera pública constituía, en verdad, una capa de maquillaje y de burdo esteticismo aplicada por los machirulos de siempre.

El interés de la derecha española por el 'feminismo liberal' supone una forma torticera de eludir los grandes y auténticos retos a los que se enfrenta el feminismo global. La súbita seducción que esta vertiente del feminismo causa en el PP se explica por su modulación individualista, y no comunitaria. Es cada mujer, a través de su esfuerzo y capacidades, la que ha de luchar por acceder a un plano de igualdad de derechos sin el tutelaje de una estructura comunitaria mayor. Las feministas liberales olvidan, en este sentido, que su desprecio tendencioso del concepto de comunidad supone oscurecer los principales logros históricos del feminismo –basados en la creación de espacios de sororidad, en los que las mujeres podían expresarse púbicamente y compartir experiencias entre ellas–. La reducción del feminismo a la suma de esfuerzos individuales supone, además, descuidar algunos de los aspectos que lo convierten, en la actualidad, en la principal corriente transversal de defensa de derechos fundamentales. El 'feminismo liberal' está centrado fundamentalmente en la mujer blanca, es clasista y descuida por entero la implicación en la defensa de los derechos de otros colectivos golpeados por el sistema –minorías raciales, comunidad LGTBI, inmigración, etc–.

El instrumento del 'feminismo liberal' para lograr la plena igualdad entre mujeres y hombres son las reformas legales. Pero he aquí que, a tenor del decálogo redactado por el PP, estas reformas legales se pretenden realizar sin cuestionar el sistema cultural de sometimiento del patriarcado. La afirmación «el feminismo liberal no excluye al hombre» implica reavivar ese argumento absurdo y de encefalograma plano que sitúa al hombre como elemento fóbico del feminismo. Salvo casos extremos y muy residuales –como el 'Manifiesto SCUM', de Valerie Solanas–, el feminismo no combate al hombre como tal, sino a la estructura de privilegios del patriarcado. Pretender acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres sin hacer añicos el sistema cultural que la sustenta conlleva dar más oxígeno al patriarcado en lugar de debilitarlo. Además, ¿qué reformas legales está dispuesto a llevar el 'feminismo liberal'? Porque las feministas liberales originales eran proabortistas, y el PP, en algunas de las comunidades autónomas donde gobierna –Madrid y Murcia a la cabeza–, está negando a las mujeres este derecho fundamental, fomentando ilegalmente la objeción de conciencia y derivando interrupciones del embarazo a clínicas privadas, con el consiguiente trauma causado a las pacientes. El PP ha restringido el debate sobre el 'feminismo liberal' a la igualdad de oportunidades de la mujer en el mercado laboral. Pero hay mucho más. No todo es economía. De manera que ningún posicionamiento feminista será creíble si, previamente, no se solucionan cuestiones centrales como las del aborto.