¿Qué (coño) es Europa? O mejor, ¿qué (coño) es la Unión Europea? Con las enormes dificultades que tenemos los españoles por amar lo propio, cómo es posible que amemos tanto esa parte de Europa que tan poco tiene que ver con nosotros; ni por ... cultura, ni por forma de vida, ni por religión, ni por carácter. ¿Qué tiene Europa que tanto nos ilusiona? Cuando nuestro engreído presidente habla de la patria europea con tanto entusiasmo, miedo da, porque, como el mago, distrae lo que oculta, esto es, que es absurdo ser españoles si podemos ser europeos. Nunca se sabe, menos en la actualidad, cuál es el objetivo final de un proyecto político ni cuáles son las trampas que encierra y esos caminos sinuosos, a veces siniestros, que hemos de recorrer no sabemos a dónde nos llevarán hasta que estemos allí. Da igual que el guía sea de derechas o de izquierdas, pues todos andan enamorados de la bondad inmaculada del propósito europeo. Y nuestra deuda enorme, pública y privada, nos impide ser muy exigentes a la hora de elegir. Soberanía y libertad vienen atadas a la trasera de la carreta.
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Este amor orteguiano por Europa, como única salida a nuestra dificultosa convivencia, nuestro oscurantismo, nuestra pobreza, nuestro analfabetismo y nuestra vileza (según las tesis protestantes y de no pocos españoles), nos ha hipotecado el futuro. Nuestra entrada en Europa no fue un regalo sino una factura impagable por adhesión o un salvamento oportuno, como prefieran, con renuncia a nuestra propia historia. Lo asumimos: nuestro bienestar depende de la Unión Europea y de su capacidad para crear riqueza. Y aquí estamos, desde hace 36 años, sin saber adónde íbamos y todavía sin saber cuál es nuestro destino porque carecemos de poder ni siquiera para intuirlo. Hasta Marruecos tiene mayor influencia y autoridad que nosotros.
La situación de la UE no es mucho mejor. Con una guerra indeseable en la frontera, sin que la diplomacia europea haya sido capaz de intervenir, y enfrentados a un socio comercial y estratégico como Rusia del que depende el suministro energético a Europa. Con la corrupción, el nepotismo, la burocracia, la incompetencia, las élites comerciales y financieras, los 'lobbys' extractivos, las ONG propagandísticas, las fundaciones buenistas y los grupos de dominio político-ideológicos succionando recursos a destajo. Añadamos la absoluta dependencia y el servilismo humillante, que se tolera, del imperialismo angloamericano con su punta de lanza, la OTAN, y que tenemos como lengua común el idioma de un país desertor y nos encontramos un panorama de lo más desesperanzador. No se puede dirigir peor, como si la gestión y la administración europea estuvieran en manos de beodos narcotizados. Eso sí, la UE es un espacio de complacencia, encuentro, análisis y determinación cosmopolita, globalista, humanista y desexualizado. Un espacio onírico antipatriarcal, populista, posmoderno y alucinógeno donde la 'cultura' y el sentimiento nos guían al crepúsculo. No se quieén dijo, lo mismo fue algún ideólogo franquista o estalinista, lo mismo es: conservemos a las criaturas en estado de inocencia, que quiere decir ignorancia. Cuanto menos sepan, menos querrán poseer; cuanto menos quieran poseer, menos daño podrán hacer.
¿Qué futuro le espera a la UE? Vaya usted a saber. Estos son los proyectos: el primero es una modernización de la democracia para hacerla inclusiva. No sé qué más se puede incluir en una democracia sin perder su naturaleza.
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El segundo es la regionalización vendida como cercanía ciudadana que es interpretada por el nacionalismo pueblerino como «un nuevo concepto de entender Europa, que consiste en dotar de capacidad administrativa y de decisión a determinadas regiones europeas que no se sienten representadas por su país». Algo así como dividir para unir, muy en línea con el pensamiento filosófico alemán que solo es seguido por España.
El tercero es, cómo no, el cambio climático y la transición energética, pero ahora ya concentrado en las emisiones de carbono personalizadas, con la creación del pasaporte climático y el crédito verde individual. Ideología y propaganda basadas en modelos estadísticos y mensajes apocalípticos.
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La cuarta es el control monetario con la implantación de los CBDC, esto es, el euro digital y la desaparición del dinero efectivo, para vigilar al ciudadano, ejercer el control social y establecer patrones de consumo con la excusa de la seguridad (Christine Lagarde, presidenta del BCE) y para protegernos de actividades económicas delictivas, como si el sueldo nos diera para traficar con drogas o armas y necesitáramos blanquear los 50 euros que nos quedan después de pagar el recibo de la luz, el gas, la gasolina, la hipoteca y el pan.
El quinto es acabar con la pobreza y la desigualdad. Ya lo ha dicho el FMI: «No tendrás nada, pero serás feliz». Excluyamos de aquí las élites políticas y financieras, que son quienes proponen la agenda.
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Sobre la pobreza intelectual de los políticos europeos, no hay proyectos ni educativos ni psiquiátricos.
Mientras tanto, China, Rusia y los países árabes, sociedades de excelencia democrática, esperan nuestra evidente y estúpida decadencia para merendarse a Occidente. No tienen prisa. Estamos jodidos.
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