Vox y el Estado monoideológico

MAPAS SIN MUNDO ·

Cualquier representante político que se salga del raíl marcado por su demencial teoría de la 'reconquista' del país, será considerado como un 'bastardo ideológico'

Domingo, 14 de noviembre 2021, 08:15

Pasan los días, pero no la incredulidad: un trabajador de Vox en el Ayuntamiento de Cieza deseó la muerte del portavoz de Podemos en el ... Ayuntamiento de Murcia, Ginés Ruiz Maciá. En tuit cenagoso y pestilente, se dirigió al concejal murciano, animándole a irse a llorar a un pozo y a atarse una soga al cuello. Sin solución de continuidad, saltó la noticia de la detención de un neonazi que había atentado contra la sede de Podemos en Cartagena –recordemos que, tras cometerse este atentado, las terminales de la ultraderecha tardaron poco en sugerir que se trataba de un montaje de la propia formación morada para inculpar a los benditos de Vox–. Pocos días después, una valla publicitaria aparecía en la pedanía murciana de Guadalupe –regida por Vox– en el que se leía: 'Guadalupe libre de sanchismo', y una elocuente imagen de un ciudadano 'decente' asestándole una patada en el culo a un individuo cuyo gesto lo asemejaba a un simio.

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Lo relatado brevemente en este párrafo ha sucedido en menos de una semana en la Región de Murcia. Una sola semana. Todavía hay quienes, en su ceguera y maledicente silencio, consideran tales hechos como situaciones aisladas que no alcanzan el grado de síntoma de un problema mayor. Es más, en el fuero interno de quienes no denuncian enérgicamente estas expresiones de violencia existe un placer secreto en que un político educado, dialogante y honesto como Ruiz Maciá sea intimidado en la manera en que lo ha sido. La política de bloques está por encima de las personas. Si a un político de Podemos se le desea la muerte por parte de un militante de Vox, la derecha calla porque el afectado es un 'rojo' que –a tenor del estruendoso silencio– no merece vivir. Hay que recordar a los muditos que, más allá de las disciplinas y los odios de partido, la obligación de cualquier representante político es salvaguardar los valores democráticos. Y si eso supone apoyar, defender y mostrar empatía con un adversario el cual es objeto de comentarios violentos y amenazas veladas, se hace y punto. Cuidar de los intereses de los murcianos pasa, en primer lugar, y por encima de cualquier otra consideración, por que ninguno de sus representantes elegidos democráticamente vea su libertad de expresión y su integridad física en peligro. La altura ética se demuestra en estos momentos. Todo lo demás es palabrería.

Los analistas políticos que han estudiado el fenómeno de Vox durante los últimos años, han concluido que, entre la miríada de denominaciones que se han utilizado para calificarlo y clasificarlo, la más ajustada a la realidad es la de 'derecha radical'. Como afirma Carles Ferreira, «la derecha radical rechaza algunos aspectos de la democracia liberal, pero no el sistema democrático en su conjunto (...) y comparte una visión no igualitaria del mundo». En palabras de Cas Mudde –uno de los máximos exponentes de los 'European Radical Right Studies'–, lo propio de esta 'derecha radical' es alcanzar el objetivo de un Estado 'monocultural' y 'mononacional'. Es cierto que, cuando se atiende al discurso hilvanado por Vox, el 'nativismo' –el Estado debería estar habitado exclusivamente por los miembros del grupo nativo– y la erradicación de las corrientes independentistas constituyen las consignas más repetidas e inflamadas. De hecho, el sociólogo Héctor Meleiro indicó que, entre las motivaciones que los votantes de Vox encontraban para confiar su apoyo a este partido, la principal era la inmigración –en un 41,6 %–. Sin embargo, en segundo lugar se encontraba el rechazo al PSOE –un 34,3%–, por delante incluso de la preocupación por la unidad de España –un 33,7 %–.

Que el segundo de los motivos por los que un ciudadano español vota a Vox sea el rechazo al PSOE resulta harto revelador, en la medida en que –volviendo a Carles Ferreira– no hay que olvidar que esa parte que la 'derecha radical' rechaza de las democracias liberales es precisamente la del pluralismo político. Vox no tolera a ninguna formación política con una visión ideológica del mundo discrepante con respecto a la suya. Y, si de ellos dependiera, las prohibirían a todas por traición a la patria. Si, como se ha referido, el objetivo de la ultraderecha es lograr un Estado monocultural y mononacional, la tercera pata que falta en esta concepción depurada de España es la consecución de un Estado 'monoideológico'. Cualquier representante político que se salga del raíl marcado por su demencial teoría de la 'reconquista' del país, será considerado como un 'bastardo ideológico', como un enemigo del modelo imperial al que urge arrinconar –en un primer paso–, para, finalmente, eliminar. El crecimiento de la violencia desde las filas de la 'derecha radical' no es en modo alguno casual. Para Vox no existen adversarios políticos, sino enemigos de España. Y a los traidores no hay que tenerles respeto alguno. El problema –el gran problema– es que el PP considere que este Estado monoideológico constituye un objetivo perfectamente compartible con los radicales. Entonces sí que nos podemos echar a temblar.

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