Soy un defensor de la sanidad pública. Y lo puedo demostrar: dada mi condición de funcionario de la enseñanza, y mi consecuente pertenencia a Muface, podría estar en la sanidad privada para recibir asistencia sanitaria; sin embargo, permanezco en la sanidad pública voluntariamente, y ello ... porque creo que es la mejor, especialmente en España, sobre todo gracias a nuestros excelentes profesionales, que a veces, en muchos momentos, son verdaderos héroes.

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Al margen de cómo funcione la sanidad pública en esta u otra comunidad autónoma, en general nuestra sanidad, universal y solidaria, es de las mejores del mundo. Pero no en todas nuestras comunidades funciona igual, evidentemente. En cualquier caso, funcione como funcione en cada territorio, es obvio que por las razones que sean: errores, falta de personal, agotamiento de los profesionales, etcétera, a veces se pueden dar casos puntuales espantosos, y también hay que señalarlos.

Imaginemos –es solo imaginación, claro– que una anciana, o anciano, de más de noventa años, con diversas patologías achacables a la edad más otras de carácter crónico, es repetidamente ingresada en urgencias; que apenas recibe atención ni sus familiares la debida información; que sobre la marcha deciden operarla; que el cirujano no sabe que la operada lleva marcapasos, que cuando lo sabe, advertido por un familiar, dice que bueno, que eso da igual; que otro colega, al saberlo, se alarma y decide desactivar temporalmente el marcapasos.

Imaginemos también –es solo un suponer– que finalmente, bajo amenaza implícita o explícita de ser enviada a su domicilio –donde no podría recibir la asistencia médica que necesita– la trasladan a un hospital de cuidados especiales –cuidados medios los llaman, no paliativos– a más de cincuenta kilómetros de su domicilio, con el consiguiente aumento de gasto para la familia, que además no puede visitarla con la asiduidad que necesitaría.

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En ese hospital al que ha sido trasladada recibe cuidados con humanidad –seamos justos–, aunque es un poco tenebroso. Pero lo terrible es que cada pocos días tienen que trasladarla a Murcia para ser curada de sus dolorosas heridas, con el consiguiente sufrimiento para la enferma, además del gran gasto para el presupuesto público, con lo cual, el supuesto ahorro de llevarla a un hospital y no a otro se va al caracol. Todo esto sin contar que hubo en su hospital de referencia una especie de vacío por el que una semana después de haber sido dada oficialmente de alta seguía en su cama hospitalaria.

En fin, menos mal que todo esto es pura imaginación, un puro entretenimiento de lunes. ¿O no lo es? ¿Y si todo fuese cierto?

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