El esfuerzo ímprobo que está haciendo el alcalde de Murcia por perder las elecciones merece un sincero reconocimiento público. Habiendo llegado al poder por una ... moción de censura orquestada alrededor de la idea de que Ballesta era demasiado popular como para dejar espacio a sus socios de gobierno, no digamos ya a la oposición, el líder mundial Serrano debería despertarse cada mañana dándole las gracias al Dios en el que crea por haberle dado la oportunidad de su vida de una manera tan inmerecida y sorprendente.

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Como es alcalde en contra de la voluntad de los murcianos, que como demuestra la demoscopia actual no votaron para que gobierne una suerte de tripartito de izquierdas, por lo menos podría haber hecho el esfuerzo de entender que quizás con gobernar un poquito bien le podría haber quitado el miedo al elector medio que pudiera temer un cambio de gobierno que no se vivía desde hace 20 años en la capital del Segura. Gobernar una ciudad es muy difícil, pero hacer un par de gestos tranquilizadores no lo es tanto: que la calle parezca que está más limpia, que el Bando de la Huerta sea especial, que todo el mundo disfrute de la Navidad. Lo de condenar al barrio del Carmen a la ruina económica es ya un bonus innecesario, pero hasta podría haberle salido bien si... bueno, no, es imposible que le salga bien.

Pudiendo hacer las cosas fáciles, el alcalde Serrano ha decidido hacerlas difíciles, y siempre es loable la capacidad de superación de nuestros líderes políticos, así que lo primero que debemos hacer es aplaudirle. Si la Navidad del año pasado ya fue catastrófica licitando las luces y el árbol de la Circular cuando ya nadie estaba interesado en ejecutarlo, que este año encima innove sacando los desfiles de la Gran Vía da para nota. Creerá nuestro líder municipal que el concepto 'centro de la ciudad' es algo fascista o de extrema derecha y no un mero punto geográfico que implica que para toda la ciudad es más fácil llegar ahí que a cualquier otro lugar, y supongo que por eso prefiere deslucir las fiestas haciendo un encaje de bolillos que ni siquiera sus portavoces son capaces de explicar.

Tantos años dedicados a odiar a Ballesta y ni siquiera aprendieron lo mejor que le ha dado a esta ciudad: una loa a la belleza. La funcionalidad y practicidad de una ciudad es importantísima, pero tanto o más lo es que los murcianos disfruten paseando su barrio y piensen qué suerte tienen de vivir en un sitio tan bonito. La reforma de Alfonso X, las flores en todas partes, el cartel de Murcia frente a El Corte Inglés... una evolución en seis años de mandato en la que muchos murcianos sentían que, por qué no, además de vivir muy bien podíamos llegar a vivir bonito. Entiendo que esto le parezca una frivolidad a gente que cree que el dinero público debería gastarse en campañas contra la gordofobia en las playas, pero de vez en cuando la gente quiere que usen sus impuestos para hacerles felices.

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Objetivamente, sea uno de extrema izquierda, de extrema derecha o de extrema normalidad, lo evidente es que este año y el pasado la Navidad fue peor en Murcia que los años anteriores. Quizás el objetivo político de nuestros nuevos gobernantes era decir que gastaban menos por ahorrar (¿será porque creen que las charlas feministas pagadas con dinero público son más importantes que los árboles de Navidad?), que lo hacen por incluir a toda la ciudad (¿es que los del Infante tienen prohibida la entrada al centro?) o simplemente por la verdad, que es que son unos gestores manifiestamente mejorables por emplear un eufemismo que no dañe mucho la sensibilidad ajena, que con esto de la violencia política una no sabe ya dónde está el límite de lo normal.

No le tengo ningún tipo de animadversión hacia el alcalde Serrano, al que ni siquiera le pongo cara, pero sí tengo manifiesto rechazo para aquellos que denigran Murcia por un empecinamiento ideológico más basado en el odio personal a lo anterior que en una creencia de que otro modelo es posible.

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Esta Navidad lo pasaremos bien porque tenemos una ciudad estupenda a la que ni siquiera le afecta que sus concejales de gobierno no sepan honrar el honor que supone servirla. Queda poco para mayo y, Dios y Papá Noel mediante, esta será la última vez que mezclemos el turrón con el bochorno. Qué largos se han hecho dos años.

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