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Hace unos años, cuando en el carné de identidad aún figuraba la profesión, casi todas las mujeres rellenaban la casilla profesional con un 'sus labores'. En ese cajón de sastre cabían todas las posibilidades que el mundo femenino poseía. Una escritora me contó que aquella ... denominación le tocaba mucho las narices, así que cuando publicó su primer libro se acercó a la Policía para que le cambiaran el 'sus labores' por 'escritora'. El funcionario de turno juzgó que el asunto no merecía la burocracia que iba a arrastrar aquel sutil cambio y para convencerla de ello le dijo que escribir también era una labor como las demás. Después de muchos forcejeos verbales, el hombre aceptó. Un mes más tarde le entregaron su nuevo carné, lo metió al bolso satisfecha y siguió su camino empoderada. Pasaron unos meses hasta que al hacer un trámite en el banco le pidieron el documento y, mientras lo manoseaba, miró la casilla en la que figuraba su profesión y leyó con asombro que ponía 'peluquera'.
Mientras recordaba la anécdota he pensado si por aquel entonces los que se dedicaban a la política se denominaban 'políticos'. Comprobado el asunto, he visto que no. Los políticos eran abogados, electricistas, médicos o pinchadiscos porque tenían una profesión. Naturalmente, el relevo estaba asentado en su pensamiento. Eran demócratas (en teoría) que sabían que un día dejarían de ser senadores, directores generales o alcaldes. Las puertas giratorias existían, pero estaban disimuladas como esas que había en las bibliotecas de las novelas de Agatha Christie.
Quizás por eso, los mentideros están muy pero que muy alborotados. Se predicen plagas, tormentas de un lado, y de otro se aplaude con alborozo. En los pequeños barrios se forman cooperativas que busquen el bien común y en otros se acercan a las porterías a reclamar qué hay de lo suyo. Pero en realidad empiezan a erizarse los vellos de todos aquellos que, quizás el 24 de julio, tengan que volver al mercado de trabajo.
Algunos, cuyos cargos están muy en entredicho, no podrán optar a ser cajeras de Mercadona, y aunque las puertas giratorias estarán ya en funcionamiento, me produce una cierta satisfacción que tengan que rellenar algún futuro currículum con su verdadero oficio.
Sé que lo que digo es una maldad, pero es que la arrogancia produce un ardor de estómago que no se cura tan fácilmente. Después de varios meses, el Tribunal Supremo avala el criterio de las audiencias provinciales en las rebajas de penas a los agresores sexuales por la ley del 'solo sí es sí'.
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