Las sutiles diferencias que marcan el destino de los nacidos al amparo del famoseo son un experimento sociológico de primera. Los encargados del cásting para los 'realities' de supervivencia son unos profesionales brillantes y perversos que reclutan a lo mejor de cada casa con el ... fin de conseguir un grupo disparatado que sea capaz de hacerse trizas. Las viejas glorias son carne de cañón; los que han cumplido 50, ni hablemos. Los puretas no ven esas cosas, los intelectuales tampoco, pero los índices de audiencia se disparan en ese programa en el que la supervivencia es el pretexto para ver cómo se desintegran una docena de 'famosos' y cómo las bajas pasiones, aunque tengan cirugía estética, afloran cuando azuzan el hambre, el sueño, la falta de dignidad y otras necesidades.
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Ellos suelen decir que han decidido participar porque quieren que se les conozca «de verdad». Algunos de estos famosos son conscientes de su fragilidad mental y económica. Y si no lo son, después de unas semanas aterrizan escuálidos, con dinero y medio zumbados reconociendo que la vida mancha. Todos sabemos, pero ellos no se dan por enterados, que la existencia es dura lejos del papel couché y que quien no sale en la foto no existe.
Las estrellas tienen aristas, mala leche, son maleducados y no conocen el nombre de la capital de Francia. Se tiran pedos, tienen ataques de angustia en directo y suplican. La entrega de su alma sirve para pagar la hipoteca, reformar la cocina o en el peor de los casos hacerse una rinoplastia y seguir viviendo del cuento. Eso en las cadenas privadas, pero en las públicas, que nos cuestan un pastón, tampoco es que la cosa sea de una ética intachable.
Dicen que la televisión ha cambiado el perfil de sus usuarios, que los televidentes tienen cada vez más años y que los jóvenes desconocen que a la tele se le llamaba la caja tonta porque embobaba. A lo mejor esa es la razón de que, después de un par de sonadas dimisiones, en Televisión Española, esa cadena que pagamos todos y que carece de indignos 'realities', se ha fichado al humorista Broncano, héroe del programa de Movistar 'La Resistencia'. El contrato es por dos temporadas en las que cobrará la nada despreciable suma de 28 millones de euros, sin cláusula de rescisión durante su primera temporada. Vamos, que 'el resistente' pasa a ser funcionario de primera.
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Lo peor es que este fichaje es algo personal, no diremos de quién o quiénes, y que lo que persigue no es precisamente la cultura o la ética: lo que desea es quitarle la audiencia a 'El hormiguero'. Todo muy lícito, progresista y, por supuesto, constitucional.
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