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Uno de los aspectos más conmovedores e impactantes de la creatividad es que su luz traspasa la historia, remueve sus cimientos y nos recuerda que no todas las revoluciones llegan a conseguir su objetivo. Da igual el formato: pintura, teatro, cine o libros. Mis amigos ... saben que ando pidiendo por las esquinas que me recomienden 'joyas', viajes de escritores que han encontrado el camino para llegar a donde deseaban hacerlo, o de los que escapaban de sus cárceles reales montados en los corceles que les proporcionaba la fantasía.
Los libros son billetes para un viaje en el que desconoces el tiempo, el destino y hasta la felicidad que te proporcionará. Te sumergen en una intimidad poco frecuente y poseen casi todo lo necesario para alejarnos de nuestros demonios y enamorarnos. Yo me paso la vida buscando esas perlas peregrinas que no es frecuente encontrar en las torres de novelas del hipermercado, en las gasolineras o en los aeropuertos. Esas que no te aconsejan los encargados de la sección de ficción porque no leen demasiado.
Y es que antes los libreros te invitaban apasionadamente a mirar en el interior de un título, te daban tres pinceladas sobre la trama, los personajes y la forma en que el autor describía su realidad para ver si la historia se ajustaba a tus necesidades, pero esos libreros han desaparecido. Dicen que vuelven las librerías, que a pesar de la revolución digital y el batiburrillo de oferta de ocio que nos promete el metaverso, los libros, junto al cine, siguen siendo los reyes del latigazo en el alma. 'Inch' Allah', Dios lo quiera, 'Namasté'.
Los escritores somos quienes describimos el paisaje tras la guerra, el dolor tras el asalto, la felicidad después de una vida dedicada a su búsqueda o el renacimiento que sigue al descubrimiento de un amor tardío. Tratamos de entregar la textura de las palabras que se emplean para la ternura, la torpeza o la belleza. Lo intentamos aun sabiendo que un lector que no lee siempre correrá el riesgo de encontrar una historia inadecuada para su sed.
El mes de abril está lleno de historias a punto de estallar. Empiezan las ferias del libro en las plazas principales de las ciudades. Los escritores estamos invitados a ponernos tras el mostrador para convencer a los lectores de que elijan nuestra obra, pero háganlo con cuidado porque no todos los árboles dan sombra. Abran el libro, encuentren la mirada del autor antes de comprarlo, porque invertir en lectura puede cambiarle la vida, proporcionarle felicidad, alejarlo del caos o mostrarle el tesoro de una reflexión. Y eso no tiene precio.
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