Europa respira algo aliviada con el resultado de las elecciones en Alemania. El cómodo triunfo del candidato de la Unión Cristianodemócrata, Friedrich Merz, le abre ... la puerta a formar una coalición de gobierno con los socialdemócratas de Olaf Scholz, a pesar del descalabro de estos en las urnas, con un tercer socio si fuera necesario. No debe perder tiempo Merz para enviar un mensaje de estabilidad. Los números le permiten formar con celeridad un Ejecutivo que proyecte señales claras sobre la gestión económica, la inmigración y en favor del proyecto europeísta ante el otro 'ganador' de los comicios: la extrema derecha que lidera Alice Weidel al frente de AfD.

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Los ultras de Alternativa para Alemania, segunda formación más votada, han cosechado un registro histórico al doblar los apoyos obtenidos hace cuatro años. Y lo han hecho con beligerantes proclamas, algunas herederas del nazismo y claramente xenófobas, que han podido conectar con abstencionistas y jóvenes que se han incorporado esta vez al sufragio, lo que explicaría la alta participación –la más elevada desde la reunificación–. Por eso, la inquietud permanece en el principal estado miembro de la Unión.

Las elecciones eran cruciales. No sólo para elegir canciller y medir la fuerza del extremismo, que ha sacudido al país con su arreón. Los comicios en el país más importante de la Unión Europea eran determinantes para marcar los ejes del debate europeo y mundial, sobre todo tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca. Más o menos Europa, con Rusia y Ucrania en la ecuación. Más o menos Trump, acompañado por un Elon Musk que se ha encargado de jalear a la AfD. Y el resultado ha dado el timón a los conservadores de Merz, candidato de la CDU y de sus hermanos bávaros de la Unión Socialcristiana, en una cita con las urnas que los alemanes han saldado con un significativo volantazo hacia la derecha, a lo que se añade el acelerón de los ultras. Ambas formaciones suman la mitad de todos los votos depositados.

No debe dudar Merz, obligado a marcar distancias con la extrema derecha a la vez que da respuesta como canciller a las reivindicaciones de la ciudadanía. Especialmente en inmigración y en la economía de un país que sigue en recesión, con empresas renqueantes y fuertes dependencias energéticas tras el fin del gas barato ruso y las centrales nucleares. Su antecesora y compañera de filas, Angela Merkel, ya le avisó que es un «error» acercarse a los extremos.

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