La vicepresidenta valenciana Mónica Oltra, imputada judicialmente por ocultación de reiterados abusos sexuales a una menor por parte de su exmarido, no debe dimitir por la simple imputación. Soy partidario de que los políticos dimitan cuando hay sentencia condenatoria, si puede ser firme. En esto, ... mi opinión en lo suyo es como la de la banda a la que pertenece, llamada Compromís. Esto de la organización de bandas para delinquir es de mucha costumbre en la cultura levantina, incluyendo las Baleares, esa «Costa Brava del sur», que la llamaba Plà (lo de la Costa Brava se ve que incluyó también la extensión de la ética política típicamente catalana). Desde Orihuela, tierra sin ley bajo cualquier signo político, pasando por el 'gang' mallorquín de aquella tal María Antonia Munar hasta ese pancatalanismo ubicuo que es simplemente un blindaje hiperlegitimado contra la labor de la policía y la judicatura. Compromís son otros levantinos más, con una ideologia algo más repugnante, eso sí, que se llaman, como vivos que son, «catalanes», para tener todo el poder y todo el dinero. Pero Oltra no debe dimitir por la imputación.

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En «otros países de nuestro entorno», que decía el bueno de Mariano Rajoy, puede que la dimisión por imputación, o incluso por sospechas, esté justificada. En esos países cuidan que no haya penas de telediario ni hay máquinas civiles de triturar a personas sin pruebas. Aquí, como sabemos, es distinto, y poner el listón dimisionario en una imputación judicial, que no tiene por qué llevar a una condena, se ha demostrado catastrófico. Es decir, lo que nació para ser ético se ha convertido en un atentado por intereses ideológicos. Esos intereses oscuros han motivado en España la cancelación de carreras políticas inocentes y hasta el cambio de rumbo del país. Un desastre total y garantizado. Oltra, personaje extremadamente inquietante, por dentro y por fuera, no tiene por qué dejar el cargo por la imputación. Pero debería hacerlo, en cambio, por todo lo que ella misma y su banda organizada han añadido al suceso.

Ella dice representar a «la democracia» (sic), en lucha contra una Justicia «de extrema derecha», y Compromís le ha organizado un acto de exaltación (¿de los delitos sexuales?) y ha amenazado a los jueces con que «si nos tocan a uno, nos tocan a todos». Todas y todes. Si no fuera un caso que revuelve las tripas, sería gracioso que expresen eso del «tocarse» cuando el asunto trata de que al exmarido de Oltra lo han condenado por sobar, y algo más, a una niña a la que luego intentaron además destruir. Deben echar a Oltra del Gobierno y convocar elecciones en Valencia, porque Compromís, como patulea, no puede gobernar. ¿Y todas las feministas? Como ratitas presumidas: «¿Y por la noche qué harás?/ dormir y callar, dormir y callar...».

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