Doña Conchita, mujer científica y persona de excelencia

LYCEUM-CIENTÍFICAS A PIE DE CALLE ·

Su trayectoria debe ser conocida para servir de referente a las jóvenes que quieran dedicar su vida a la investigación sin olvidar la cotidianidad

Sábado, 20 de agosto 2022, 01:12

Doña Concepción Sánchez-Pedreño es un referente como persona y como científica. Como dijera el profesor Ángel Ferrández, Doña Conchita era una gran dama. Admirada ... y querida por su natural bonhomía, defendió con contundencia y flexibilidad sus ideas, siendo un espejo de afabilidad, honradez, perseverancia y sencillez en todos los aspectos de su vida.

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Murciana de nacimiento, Doña Conchita nació, hace 93 años, en la calle Platería. Fue la única chica entre cuatro varones. El ambiente cristiano y de exigencia en el que la criaron forjó su personalidad en la responsabilidad y le despertó la curiosidad que la imantaría toda su vida a la búsqueda del conocimiento.

Siendo adolescente vivió en Madrid y, al regresar a Murcia, convenció a sus padres para seguir estudiando y acabar el bachiller. Con su inteligencia prodigiosa, el hábito de estudio adquirido en Madrid y una férrea voluntad superó dos cursos por año y consiguió el premio extraordinario en el examen de Estado. Además, se afanó en ser universitaria cuando muy pocas mujeres lo eran. En 1947, se matriculó en la licenciatura de Ciencias Químicas de la Universidad de Murcia y se graduó con Premio Extraordinario. No le fue suficiente, tras pasar por el laboratorio del profesor Antonio Soler, realizó la tesis doctoral en química analítica, dirigida por el profesor Francisco Sierra Jiménez, defendiéndola en 1957 y obteniendo el Premio Extraordinario de doctorado.

Apasionada de su trabajo y de crear nuevo conocimiento aplicando el método científico, continuó la carrera universitaria en la Universidad de Murcia. Ocupó de forma ascendente todas las posiciones docentes: profesora ayudante, profesora adjunta interina y profesora agregada interina. En los tiempos en los que solo había una plaza a nivel nacional, eran seis ejercicios y ningún miembro del tribunal era local, tuvo que opositar en Madrid a la plaza de profesora Agregada Numeraria y, en 1970, se convirtió en la primera mujer catedrática numeraria de Química Analítica de España.

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Tras un periplo de tres años en la Universidad de la Laguna, regresó a la Universidad de Murcia. Creó un grupo de investigación, obtuvo fondos con proyectos competitivos y dirigió varias tesis doctorales. Nunca se estancó. Evolucionó según las circunstancias incorporando nuevas técnicas. Formó a muchos discípulos y varios catedráticos del área y decenas de promociones de químicos y de químicas fueron alumnos suyos. Publicó más de doscientos artículos. Durante décadas fue miembro del Claustro Universitario y ejerció activamente no solo la docencia y la investigación, sino también la gestión, siendo directora de su departamento y decana, en funciones, de la Facultad de Ciencias.

Afortunadamente, disfrutó de reconocimientos en vida: la Encomienda Isabel la Católica, el Laurel de Investigación de la Asociación de la Prensa de Murcia, la Medalla de Oro de la Real Sociedad de Química de España, el premio Rector Loustau de la Universidad de Murcia a los valores humanos, Miembro de Honor de la Academia de Ciencias de la Región de Murcia, o el Premio Piedad de la Cierva, la primera Gabarda Morada, de Lyceum de Ciencia (Asociación de mujeres científicas de la Región de Murcia).

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Su vida no fue un camino de rosas. Tuvo que elegir y luchar por sus principios e ideales. Como toda elección supone renuncias, las fue compensando con los frutos que fue consiguiendo, poco a poco, sin agobios y con serenidad. Le ayudó su formación y el ejemplo de sus padres. Asimismo, su matrimonio con Don Ángel Ortuño, un hombre sobresaliente y erudito, activo y recordado Académico de Número de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia. Juntos crearon una familia estable y fecunda intelectualmente, con tres hijos, de los que Joaquín (catedrático de Química Analítica en la Universidad de Murcia) y Felipe (codirector del Servicio de Psiquiatría de la Clínica Universitaria de Navarra), sus esposas Lucía y Pilar, y 13 nietos les sobreviven y seguirán su estela de coherencia.

Doña Conchita es un referente femenino como científica, como persona y como esposa y madre. Optimista, alegre y literalmente extraordinaria. Creyente y con ideas sólidas, forjadas desde su infancia y modeladas con la vida, supo enfrentar todos los obstáculos para conseguir sus metas. Porque como bien expresara Marie Sklodowska Curie: «La vida no es fácil para ninguno de nosotros. Pero ¡qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en sí mismo».

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Doña Conchita, siempre respetuosa y consecuente, fue audaz. Se atrevió y perseveró. Su sonrisa abierta y su mirada clara y transparente expresaban de forma nítida la calidad de su persona. La echaremos de menos y no la olvidaremos. Su trayectoria debe ser conocida para servir de referente a las jóvenes que quieran dedicar su vida a la investigación sin olvidar la cotidianidad.

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