Dejadnos en paz
REBELDÍA MURCIANA ·
El mal llamado feminismo no se empeña en que las mujeres seamos libres, sino en que seamos exactamente el tipo de persona que la izquierda espera de nosotrasREBELDÍA MURCIANA ·
El mal llamado feminismo no se empeña en que las mujeres seamos libres, sino en que seamos exactamente el tipo de persona que la izquierda espera de nosotrasHace un montón de años un analista político de datos, Kiko Llaneras, escribió el mejor artículo de toda su vida, que por supuesto nada tenía ... que ver con su profesión. El título era 'Rodéate de gente que disfruta fácilmente, incluso de las modas'. Su tesis es impecable: cada uno disfruta de lo que considera oportuno, ya sea la música indie del sur de Suecia que solo conoce él o de la canción del verano de Shakira. Es tan válido entretenerse con 'El Código Da Vinci' como con Dostoyevski, o ser feliz siendo el líder del mundo libre o comprándote una casita en La Manga a reformar a trozos pequeños pero con la ilusión de haber adquirido poco más o menos que el Palacio de Versalles.
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Me acordaba esta semana de tamaña reflexión filosófica, una de las más trascendentales para la sociedad moderna que he leído en mi vida (y no es irónico) a raíz del enésimo artículo publicado en todos los medios de comunicación mundiales sobre el ínfimo número de mujeres que estudian carreras tecnológicas.
Me parece razonable que alguien haga semejante estudio si recibe contraprestación económica por ello, que el capitalismo en el fondo es ingenio y monetizar el mal llamado feminismo probablemente sea lo mejor que se puede hacer con él. Volver una y otra vez a considerar que las mujeres somos víctimas oprimidas por un sistema en el que al parecer se nos obliga a estudiar determinadas cosas o comportarnos de según qué manera ya aburre, pero es que la moralina que subyace ni siquiera genera desazón, es casi más parecido a la ira.
Vamos a analizar datos, a ver qué pasa. ¿Saben ustedes cuál es el país del mundo en el que más mujeres estudian ingeniería? Argelia, seguida de Egipto, Túnez, Siria y Marruecos. Entendiendo que el grado de feminización de la política del Magreb debe de ser menor que la de nuestro podemita Ministerio de Igualdad, quizás cabe preguntarse por qué en países musulmanes el número de científicas es radicalmente superior al de los estados occidentales. Y con una reflexión que dura lo mismo que uno tarda en decir 'Yolanda Díaz es un fraude electoral de una magnitud incalculable' se llega a la conclusión de que no es que las mujeres al sur del Mediterráneo hayan descubierto que la mecánica es divertida y aquí no, sino que precisamente ellas, que necesitan mucho más su propia independencia económica para ser tratadas como iguales, priorizan en sus estudios carreras que les aporten un evidente retorno económico antes que su hipotética vocación real, que si fueran españolas podría ser, por ejemplo, graduarse en Género y Diversidad por una Universidad pública patria.
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El mal llamado feminismo no se empeña en que las mujeres seamos libres, sino en que seamos exactamente el tipo de persona que la izquierda espera de nosotras. Si resulta que nos gustan más las letras porque nos parece más entretenido escribir que picar números en Excel, para cualquier persona normal hay dos opciones: una, que nuestra personalidad nos permita tener criterio propio para saber con qué nos amargamos menos la existencia; u otra, que es que el patriarcado influya tanto en nosotras que aunque queramos muy fuerte dedicarnos a la aeronáutica, al parecer los hombres y el capitalismo nos obligan a ser filólogas o algo así de ordinario (para ellas).
Me pregunto con cierta inquietud qué lleva a un grupo de gente a obligarnos a disfrutar con lo que ellos quieren. Qué más les dará si nos entretienen las Kardashian y nuestra vocación es ser matemáticas o si preferimos los documentales de La 2 para luego ser profesoras de Infantil. Por qué hay tantas personas empeñadas en que nuestra vida deje de ser nuestra para convertirse en un número más de una estadística que demuestre no sé qué tesis que sirva para vaya usted a saber qué debate estéril que solo satisface a las personas cuyas vidas no son lo suficientemente interesantes como para no dejar en paz las de los demás.
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Estamos en ese momento loco de la vida en el que es más cómodo ser una minoría que un ser humano perfectamente normal que disfruta del aburrimiento.
¿En qué momento se romantizó la amargura? Espero que al menos saquen dinero con esto. Por verle el lado bueno a la tontería, vaya.
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