Siempre he creído que mucho peor que los malos son los conniventes que justifican su maldad. Se tiende a explicar este ejemplo con los cientos ... de miles de alemanes que miraban para otro lado mientras millones de judíos morían en campos de concentración a un par de kilómetros de sus casas, pero para qué escandalizarnos con lo ajeno si aquí somos casi peores.

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Mientras españolitos de toda clase y condición se resquebrajan las vestiduras porque los dictadores ajenos hace cien años se dedicaban a asesinar con el beneplácito de la sociedad, un sector importantísimo de nuestra gran nación sigue justificando que en una comunidad autónoma española se señalara, extorsionara y matara a todo aquel que o bien se sentía español en España o simplemente no financiara al terrorismo.

Nos solemos preguntar cómo es posible que el autoritarismo triunfe en la sociedad sin que prácticamente ningún justo alce la voz por los que lo merecen, pero mientras tanto romantizamos la supuesta liberación de un pueblo libre y aburrido y vanagloriamos a los luchadores por una causa que solo existe en sus cabezas enfermas. Cómo no iba a triunfar el partido nazi en Alemania con la connivencia de sus ciudadanos si aquí en España ETA ha matado hasta antes de ayer con un porcentaje elevadísimo de la sociedad vasca diciendo que si alguien murió sería porque estar muerto era el mínimo precio que debía pagar por un acto subversivo del calibre de manifestar que eso de matar está mal.

Pero volvamos al principio, que es lo importante de este artículo. Hace unos días un personaje siniestro del calibre de Odón Elorza, a la postre alcalde de San Sebastián durante tantos años que hasta da pudor reconocerlo, se enfadó muchísimo porque Guillermo Díaz, diputado constitucionalista (categoría en la que el PSOE ya no entra, claro), le recriminó que aprobar presupuestos con diputados con las manos manchadas de sangre es una acción, en el mejor de los casos, vomitiva.

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El señor Elorza, si hubiera sido una persona medianamente moral, se habría ido a casa a llorar, a la iglesia a confesarse, o al menos a su despacho a reflexionar sobre lo mucho que le merecen los 6.000 euros netos que le proporciona el Congreso de los Diputados por tener unas tragaderas morales que ya hubieran querido muchos villanos de Marvel para sí. Pero el Sanchismo ha llegado a un punto en el que cualquier atisbo de línea roja o punto infranqueable parece una quimera que es hasta de mala educación señalar.

En vez de agachar cabeza, como usted o yo haríamos, el señor Elorza gritó a las Españas desde la tribuna en la que representa nuestra soberanía nacional que ETA ha muerto, los etarras ya no existen y el único problema de España son los franquistas con ínfulas golpistas.

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Vayamos por partes, que la algarabía se pone interesante. El problema de aprobar los presupuestos generales del Estado con Bildu no es que ETA exista, que felizmente no lo hace gracias a que hubo españoles que sí dijeron basta, sino que los diputados que representan al socio prioritario del Gobierno son aquellos que abrían botellas de champán para celebrar que una niña de nombre Irene Villa iba a quedarse mutilada de por vida porque Dios sabe qué error tan enorme es ese de ser español. Igual que cuando los asesinos del 11-M salgan de prisión no vamos a permitir que influya un partido político que defienda que se mate a occidentales por no ser musulmanes, en España no deberíamos tolerar que se acepte como actor político válido a un partido que se felicita por los más de 800 españoles que murieron asesinados por los suyos.

Que los diputados socialistas le rían las gracias a Bildu, que festejaban la muerte de sus compañeros de partido, con la excusa pueril de que hay «franquistas con ánimo golpista», es de una indignidad intelectual que solo empeora por la bancada socialista puesta en pie aplaudiendo con repulsión semejante despropósito.

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No he escuchado jamás a ningún diputado de Vox pedir una dictadura fascista en España, ni desearle la muerte a nadie por pensar tan diferente como aquellos que justifican que varios de sus diputados hayan enterrado a sus hijos porque los socios prioritarios del Gobierno los mataron.

Pero hoy, en España, el Partido Socialista Obrero Español prefiere sentarse a la mesa con los que jalean al asesino de Miguel Ángel Blanco que con los que lloran su muerte. Y encima, con aplauso de la bancada.

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Qué degradación. Si es que hay alguna moral que degradar. Cada día lo dudo más.

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