La vaca. 'La culpa es de la vaca' es un libro recopilatorio de Lopera y Bernal que recoge anécdotas, parábolas, fábulas y reflexiones en torno a una moraleja: la inveterada costumbre que tenemos los humanos de echarnos la culpa los unos a los otros ... cuando llegan las complicaciones. Eso sí, sin autoevaluarnos antes, reconocer la parte de culpa que tenemos y buscar la solución con el otro a base de renuncias, exigencias, empatías... y acuerdos. Culpar a la vaca de la deforestación, 'for example', es facilísimo. Pero no es lo correcto. Hay otros muchos factores. Tú ya me entiendes.
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Tú imagínate, solo imagínate, que eres el Mar Menor. No te va a ser difícil porque es único, es tuyo, es nuestro. Imagínate que llevan más de cuarenta años envenenándote. Antes, cuando se regaba a manta mucho más que ahora que el riego está modernizado. Imagínate que la mayor parte de aquel veneno ha ido a parar a una bolsa que tienes debajo en forma de acuífero cuaternario (parte del cual está en la Comunidad Valenciana) y que está a punto de reventar. Imagínate desarrollos urbanísticos desbocados, desalobradoras ilegales, pozos dañinos, ramblas incontroladas, danas asesinas, colectores fuera de norma, tormentas de polvo africano, pescadores furtivos, barcos encallados soltando combustible por un tubo, vertidos de plástico, botellones dentro y fuera de la orilla. La fiebre te sube, los lodos te infectan, los peces se te mueren, la flora desaparece.
La UCI. Y claro, ante tal situación, te llevan a la UCI. Estás muy grave y a punto de palmarla. Encima ya estamos en octubre, el mes de las danas, y te anuncian que como venga una fuerte, que puede venir, te van a dar matarile a base de anoxias. Y tú, claro, te acojonas. «Haced algo coño, pero hacedlo ya», le gritas desde tu interior a los de fuera. Pero resulta que allí, detrás de las cortinas, andan los unos y los otros repartiéndose las responsabilidades y buscando culpables. La culpa es de la vaca.
Anda por allí con la bata blanca la 'trasvasicida' Teresa Ribera, todavía ministra del tarifazo de la luz y del cerrojazo del Tajo-Segura. Cuando los peces se te morían asfixiados, ella andaba por Menorca prometiendo a los menorquines gastarse un pastón en instalar molinos de viento sobre aquellas aguas isleñas. O repartiendo 50 millones para regenerar una ría gallega contaminada por vertidos industriales. Para eso si tenía, tiene recursos dispuestos. Para tí, Mar Menor, y tus peces muertos, no. Es lo que tiene ser vicepresidenta de un gobierno dadivoso con unos y sectario con otros. Tú la escuchas rodeado de tubos y emergencias y lo vas teniendo claro. Y te lo explicas así: porque estamos en Murcia y no en Cataluña. Si esto pasa en Catalunya... ¡la Mare de Deu!
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Las medidas. Escuchas también que los otros de la bata blanca, los peperos piden medidas de urgencia, a buenas horas mangas verdes te dices tú para tus adentros. Joder, lo mismo que regenerasteis el Segura, lo podríais haber hecho también conmigo o en vez de darle carta blanca, unos y otros, a tanto especulador biocida disfrazado de agricultor. Pero el caso, jodido como estás entre tanta tensión, fiebre y turbiedad, es que no te sienta mal lo que escuchas: que te quiten los lodos y los fangos, que te hagan una traqueotomía urgente y provisional por Marchamalo antes de que te ahoguen, que Hugo Morán y su gente del Ministerio drenen de una puta vez ese inmenso forúnculo cuartenario que llega hasta Alicante (otra evidencia de que tu enfermedad es un asunto de Estado) o cerrarte de una vez esa vía mal puesta que te corroe desde la rambla del Albujón.
El final. Entre cortinas ves llegar a otro señor con bata blanca y aspecto de barbado canónigo catedralicio. Es el presidente López Miras que después de haber vivido este verano su 'semana horribilis' asegura que no está dispuesto a cargar con el muerto (es decir, contigo). El recién llegado no para de alertar a Ribera y Morán de que tu situación es crítica, que andas jodido porque te han salido nuevas bolsas purulentas de anoxia y que le ha pedido una reunión urgente por tercera o cuarta vez a Sánchez, pero que el puto amo no le hace ni puto caso. Y que él está dispuesto a llegar hasta el final.
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«¿Hasta el final?», te preguntas tú, Mar Menor, que no quieres ser Mar Muerto, con peplas y alifafes, las pulsaciones por las nubes, la fiebre en el cogote y el oxímetro echando humo. Así que saltas de la cama con las fuerzas que te quedan, te vas hacia los de la vaca y se lo explicas clarinete: o dejáis de discutir y os poneis, pico y pala, Pedro Sánchez el primero, a solucionar el problema; o aquí se va a armar otro Motín de Esquilache. Y voy, vamos, a tener que salir, esta vez no con la capa, sino en pelota picada a daros a todos un manteo. Y se tercia, masculillo.
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