Gracias a Mateo el Evangelista y los evangelios apócrifos, podemos disfrutar, miles de años después, de esa impar Noche de Reyes, y saber que tras ... varias y prolongadas discusiones se acordó que esos sabios 'steleros', es decir astrólogos, guiados por una luminosa estrella, dieron con el paradero donde Jesús, el hijo de María, el Niño Dios, dormía en un pesebre y allí, de hinojos, lo adoraron y le entregaron ricos presentes: el oro de los reyes, el incienso de los dioses y la mirra de los difuntos. En nuestra Biblioteca Nacional se guarda una de las piezas más excepcionales de la literatura del siglo XII, el Auto de los Reyes Magos, el texto teatral más antiguo conservado en lengua castellana y que narra esta especial noche.

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La magia de Gaspar, Baltasar y Melchor es tal y caló de tal manera que en muchos lugares de Europa se grabaron las iniciales GBM en puertas y establos para salvaguardar a hombres y animales del ataque de brujas y demonios. Pero sin duda la costumbre más entrañable de la noche del 5 de enero es la de dejar los zapatos bien limpios en el balcón para que los Reyes Magos los llenen de regalos.

Una vez hecha un poco de historia, pido licencia a mis lectores para narrar un cuento de Reyes Magos: empezaba a anochecer en el Puerto de Cartagena cuando, acompañada de una suave brisa bocanera, una silenciosa, invisible y numerosa comitiva desembarca en los muelles de Santa Lucía. A pesar del manto de misterio poco se le puede escapar a los policías portuarios de guardia, quienes, comprobada la identidad de los reales personajes y de su numerosa comitiva y constatado que camellos y caballos tienen los certificados de sanidad en regla, dejan franco el paso para que Sus Majestades puedan cumplir con su más que antigua misión. Tras dejar a doña Noelia un tren eléctrico como antesala de otro mayor que conecte Cartagena con Madrid sin parada en Murcia; a doña Yolanda, carbón por su enfrentamiento con la casi totalidad de los empleados del Puerto, pero del dulce por su ayuda al Santo y Real Hospital; y a Don José Vera, un cofre repleto de onzas de oro para terminar la ingente obra de la Basílica, la comitiva real sigue hasta Murcia y es en San Esteban donde depositan para López Miras un par de bonitas corbatas. Hay debate sobre si tomar el AVE destino Madrid donde espera sus presentes el niño Sánchez o seguir en camello, opción finalmente elegida ya que con tanta vuelta y revuelta del tren calculan que a lomos de los rumiantes seguro llegan antes.

Con alguna legaña, pregunta Begoña a su querido esposo: «Pedro, ¿qué te han dejado los Reyes?»

Durante el viaje comentan sorprendidos la carta que han recibido del inquieto presidente don Sánchez y sus tres deseos, uno por cada mago: triunfo rotundo en las próximas elecciones, las encuestas lo están machacando; suerte en el Constitucional para transformar España en una República Federal, y su entronización no como presidente sino como rey republicano. Ni Melchor, ni Gaspar, ni Baltasar quieren comentar estas desorbitadas peticiones y entran a debatir sobre el regalo. Melchor, de ideas algo conservadoras, propone un buen saco de carbón; Gaspar más progresista, se inclina por una corona pero de hojalata, y Baltasar, el de color –no me atrevo a decir el rey negro– se abstiene. Ya están en Moncloa, no pueden seguir debatiendo porque tienen mucha faena por delante, así que acuerdan pasar de largo como lo hicieron con Herodes, pero antes de abandonar el salón uno de los caballos deposita un nutrido y apestoso presente. A la mañana siguiente, aún con alguna que otra legaña, pregunta Begoña a su querido esposo: «Pedro, ¿qué te han dejado los Reyes?». Y nuestro aprendiz de rey contesta: «Un caballo, pero no consigo encontrarlo, lo debe haber afanado el malvado Feijóo». Colorín colorado este cuento se ha acabado y si 'non e vero' aspiro a que sea 'ben trovato'.

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Querido lector: tal vez mandó a tiempo su carta, dejó los zapatos relucientes en el balcón, naranjas y cordiales para Sus Majestades y pajes, paja para caballos y camellos, y a pesar de todo los de Oriente han pasado de largo, quizás porque usted no se ha portado bien aunque seguro no tan mal como el reyecito Sánchez. No se entristezca, quedan por delante muchos días de este duro año, haga propósito de enmienda y espere confiado a la próxima Noche de Reyes.

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