Todos los que íbamos a compartir la cena de fin de año nos sometimos unas horas antes a la prueba de antígenos. Tres de ocho dimos positivo. Habíamos hecho lo mismo la tarde de Nochebuena y todos éramos negativos. Apenas había transcurrido una semana y ... ninguno había tenido síntomas. Yo concretamente llevaba tres noches durmiendo mal. Pero eso es habitual desde que atravesé algunas vicisitudes que me dejaron malos recuerdos y pésimas pesadillas. La noticia de que sufres la Covid-19 todavía impresiona, aunque ya es notorio que le ocurre lo mismo a la mitad de los españoles. Sin embargo, enseguida empecé a sentirme peor.
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Recordé por un momento las tres vacunas que me habían puesto y las recomendaciones de alejamiento y mascarilla al canto que venía observando desde hacía semanas. Evoqué uno a uno todos los contactos de los últimos días y ninguno estaba contagiado. A nadie podía haber culpado. Me sorprendió el asalto brusco del virus. No tengo dudas de que fue mimetismo lo que me pasó. Me entró tos, sentía dolor de cuello y ligeros mareos. Sobre todo, me percaté de que estaba cansado. Intenté ponerme a escribir e hilar las palabras me resultaba imposible. Las letras se me entremezclaban en el ordenador y las frases se quedaban a medias. Mi médica y amiga me tranquilizó. Esto no es lo que solía unos meses atrás, argumentaba. Se trata de una variante más 'light' del coronavirus. Toma las precauciones para evitar contagiar, pero no te alarmes. Tres pastillas de paracetamol al día, mucho reposo y aislamiento. Solo si la fiebre es muy alta y sientes fatiga respiratoria, acude al hospital.
Los problemas a partir de ese momento fueron solo de índole doméstica. En la división de la casa me tocó mi dormitorio y el despacho desde el cual estoy escribiendo. Contra toda la estética y toda la comodidad, instalé una tumbona de piscina entre libros y ordenadores y en ella me he resignado a aburrirme todas las horas.
Lamentaba abandonar un año de esta manera, pero haciendo repaso al discurrir de la vida la conclusión es que no cabía pedirle gran cosa nueva. Un año pasado siempre deja recuerdos, pero un año que empieza siempre crea esperanzas e ilusiones. Me quedo con estas últimas.
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Nunca me gusta escribir de mí mismo, ni siquiera en primera persona. Pero hago una excepción esta semana por si puedo ayudar a algún lector a sobrellevar la Covid-19 con resignación y a recuperar el optimismo. Con la pandemia a muchos se nos frustró la alegría del cava y las campanadas, pero a cambio sumamos una nueva experiencia a nuestro currículum.
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