El sistema nervioso es una superestación compleja y exquisita que, en primer lugar, se desarrolló para la supervivencia. Para cumplir su función, el sistema nervioso ... debe estar informado de lo que ocurre en cada momento y hasta en el último confín del organismo. En ese entramado que canaliza la información, los sentidos son los sofisticados monitores que permiten percibir el medio ambiente, tanto externo como interno. Los receptores están siempre en modo de alerta, esperando a ser estimulados para informar al cerebro. Y con esas señales, el cerebro interpreta, les da significado y responde actuando de acuerdo a cada circunstancia, en el espacio y en el tiempo.

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La sensación táctil o de temperatura o de presión comienza cuando una señal física o mecánica estimula sus receptores específicos y se transforma en señal eléctrica. Estos receptores traducen la señal para que avance por los nervios hasta el sistema nervioso central, donde informa como mensaje eléctrico y químico. La sensación es el inicio del procesamiento sensorial. Inmediatamente después, cuando el cerebro es informado, reconoce 'el lenguaje' de esa señal, la interpreta, la percibe, la pone en relación a la situación de ese momento, así como a experiencias previas, y emite la respuesta más conveniente.

Se dice que los sentidos son cinco: vista, oído, olfato, gusto y tacto. Los cuatro primeros, aunque todavía falta mucho por conocer, han sido estudiados profusamente desde hace más de un siglo. Por ejemplo, el Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 2004 se otorgó a Richard Axel y a Linda Buck, quienes descubrieron los genes que codifican para formar los receptores del olfato que detectan las moléculas volátiles y, así, el cerebro puede identificarlas.

No obstante, se debe añadir un sexto sentido, que no es la intuición. Ese sexto sentido es la propiocepción, el sentido de la posición del cuerpo. Este sentido nos permite que, incluso sin mirar, podamos saber la posición de cada parte de nuestro cuerpo y, también, cómo movernos con soltura en este planeta, sin caernos al suelo o sin que se nos caiga la cabeza. Y es que, inconscientemente, sin tener que estar pendientes de lo que debemos hacer, el cerebro, cuando recibe la información de los 'propioceptores', la procesa y rápidamente envía órdenes a los músculos para que contrarresten la fuerza de la gravedad. De hecho, la velocidad de conducción de la información de posición del cuerpo es la más rápida de todas las del sistema nervioso.

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David Julius y Ardem Patapoutian, dos neurocientíficos que, respectivamente, trabajan en la Universidad de California en San Francisco y en el Instituto Scripps de La Jolla, California, han sido galardonados con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina 2021 por identificar los genes y estructura tridimensional de los receptores sensoriales que nos ayudan a percibir, tanto el mundo que nos rodea como nuestro mundo interior (vísceras, músculos y articulaciones). Previamente obtuvieron el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA por identificar las bases moleculares y los genes que codifican para los receptores somatosensoriales, abriendo nuevos horizontes de estudio de la sensación del tacto, la temperatura, el dolor o la posición del cuerpo.

Julius, experto en receptores del dolor (nociceptivos), investigando en librerías de ADN y utilizando la capsaicina, que se obtiene de los pimientos picantes, descubrió el receptor TRPV1, cómo al estimularlo responde al calor, y cómo cuando la estimulación es muy intensa provoca dolor.

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Patapoutian, libanés de origen armenio, desarrolló estudios novedosos y de gran agudeza analizando cómo una señal física o una señal mecánica puede estimular los receptores de presión, los piezos2; asimismo, los definió en tres dimensiones. Estos canales, que son sensibles a las acciones mecánicas, activan rápidamente corrientes eléctricas en las neuronas sensitivas.

Ambos descubrimientos son esenciales para conocer con mayor detalle los procesos normales fisiológicos y las patologías del sistema somatosensorial que son tan frecuentes en las personas de edad avanzada. Con el envejecimiento estos receptores desaparecen o no son tan eficientes. Las investigaciones de Julius y Patapoutian pueden ayudar a entender por qué con la edad pierden eficacia los receptores y, también, son la base para diseñar nuevas estrategias terapéuticas para el dolor y para otras enfermedades crónicas que cursan con alteraciones somatosensoriales. Sus hallazgos iluminan el camino científico para indagar con mayor profundidad en la función y disfunción de estos sistemas esenciales para la vida de relación y la supervivencia de los animales, incluidos los seres humanos.

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