Con espanto y enorme sorpresa veo en televisión las imágenes de esa 'costumbre' o 'juego' en la que los residentes de un colegio mayor de chicos insultan y amenazan gravemente a las chicas de otro colegio mayor, este femenino, situado justo enfrente.
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Lo del espanto ... lo mantengo. Sin embargo, debería revisar lo de mi enorme sorpresa. Por mi profesión estoy en contacto casi diario con chicos y chicas de esa edad, estudiantes universitarios. Y aunque es cierto que en general no suelen ser muy expresivos, al menos en clase y ante el profesor, hay ocasiones en las que deslizan su verdadera opinión sobre diversos asuntos sociales, sean políticas o, como en este caso, sobre las relaciones entre sexos, el contacto entre chicos y chicas de la misma o parecida edad.
Seguramente es que no entendemos nada, o muy poco, y a partir de ese no entender casi nada, elaboramos teorías políticas, éticas o sobre cualquier cosa y, claro, nos equivocamos frecuentemente. Suele ocurrir que pretendamos que la realidad se ajuste a nuestras teorías, pero la realidad no tiene por qué hacerlo, no tiene por qué ajustarse a lo que nosotros pensamos. Acuérdense de Bruno Latour, al que no hace mucho saqué a colación aquí, en uno de mis artículos.
Para empezar, bastantes de las chicas del colegio universitario femenino afectado han salido a los medios a defender, o al menos justificar, a sus compañeros de enfrente, que las insultaron seriamente. Es un juego, una costumbre (como si se tratara de las novatadas), han dicho, y además no se han sentido ofendidas, puesto que se trata de una 'tradición'. La cosa es fuerte.
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Me parecería ahora de mal gusto que yo diese aquí ejemplos de cosas que he escuchado a muchas chicas en clase, no a la mayoría, claro, pero sí a muchas. Chicas de veinte o veinte y pocos años que son verdadera vanguardia del machismo. Muchos compañeros tendrán también ejemplos a mano. Quizás es que hay algunas feministas que o no entienden nada o que pretenden que sus buenos deseos coincidan con lo que son las cosas o como es la gente en la realidad.
Y es que la educación, la universidad, la cultura racional, no lo arregla todo. La educación o la cultura son importantes para invertir las cosas para bien, pero no lo son todo. Milenios de 'tradición', de 'costumbres', pesan más que unos pocos siglos de ilustración y raciocinio.
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