Sería coincidencia o lo que demonio fuera. En una reciente entrega del famoso programa 'Pasapalabra', el presentador preguntó a un concursante cómo se llama popularmente el que se cambia de tendencia política. El participante que le tocó contestar dijo 'chaquetero'. En tan popular concurso, el ... locutor da a veces una detallada explicación sobre de dónde vienen algunas de las definiciones que se citan. En este caso quiero recordar que dijo que el término tiene su origen en las batallas de religión que se producían en la Francia del siglo XVI. Los dos bandos, católicos y calvinistas, iban vestidos con vistosas casacas: en las de los primeros destacaban cruces rojas, mientras que el atuendo de sus rivales era blanco. Curiosamente, el interior de esas prendas era de los colores opuestos: los católicos, blancas; los calvinistas, rojas. Esta 'casualidad' hacía posible que, en medio de la contienda, quienes veían que las cosas no iban bien, le daban la vuelta a la chaqueta, y listo, parecían ser del otro bando. Como quiera que era una guerra interna, los soldados hablaban el mismo idioma: no había problema en decir que eran de los otros. Lo que no dijo el presentador fue que en nuestra guerra civil, y después, pasó algo parecido, pero con las camisas. Como sabemos, los falangistas se distinguían por sus camisas azul oscuro. Bastaba ponerse una de ellas para aparentar ser de dicha tendencia política, cosa que, por puro afán de supervivencia, hicieron no pocos republicanos al acabar la contienda. Entonces se popularizó el término 'cambiar de camisa', ya que los falangistas de pata negra eran los 'camisas viejas', y los advenedizos, los 'camisas nuevas'. No pocos puestos en la administración se consiguieron con este simple cambio de prenda.

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Cualquier lector habrá adivinado qué malévola intención se oculta en estas anécdotas con las que abro mi columna de hoy. Vivimos un tiempo en el que no solo nos asombra cómo se ha actualizado el cambio de chaqueta sino las explicaciones de por qué se lleva a cabo. Si lo primero es censurable dentro de un orden (allá cada cuál con su conciencia), las explicaciones suelen ser delirantes. Siempre se termina justificando la cuadratura del círculo.

Y no hace falta explicar nada. Desde que el mundo es mundo, mejor dicho, desde que las democracias se impusieron a los 'anciens régimes', la gente cambia de bando político. Se nos pondrían los pelos de punta si hiciéramos recuento de algunos de los casos más famosos. Entre los escritores, y muy ligado al periodismo, destaca el cambio de chaqueta de José Martínez Ruiz, el autor de Monóvar más conocido como 'Azorín'. En su juventud fue ferviente partidario de la doctrina anarquista, quizás como lógica réplica al liberal-conservadurismo de su padre, que llegó a ser alcalde con ese partido. A su llegada a Madrid empezó a colaborar en periódicos republicanos. Pero bastaron unos años de necesidad para que su ideología titubeara primero, y se decantara después hacia la derecha. A la sombra de Juan de la Cierva fue diputado un montón de veces, y subsecretario de Instrucción Pública. ¿Supone eso que su obra literaria es menor? Ni mucho menos. Su pluma alcanzó un primerísimo lugar en la generación del 98. Otra cosa es lo otro. Con su pan se lo coma. Sus noches de insomnio sufriría preguntándose dónde vas Azorín. Pero no fue el primero, ni será el último, que se cambie de chaqueta.

Claro que no todos son Azorín. Y los más recientes, aquellos de cuyos nombres no queremos acordarnos, ni piensan, ni escriben, ni pasarán a la historia. Bueno, a la historia pasarán como vergonzantes ejemplos de todo lo que contraviene la ética, por no decir la moral. Con su pan se lo coman. Y entre ellos, el teclado me lleva a terminar con el ejemplo más maloliente que mi imaginación pudiera alcanzar: Toni Cantó. Actor de cierto éxito, a pesar de sus limitaciones, cambió el coturno por la política afiliándose a un partido de clara vocación alternativa: Vecinos por Torrelodones. De ahí pasó a esa formación de cabreados con el PSOE que se llamó UPyD. ¿No lo recuerdan? Claro que, como su lideresa duró menos que un caramelo en la puerta de una escuela, vio los cielos abiertos con el Ciudadanos de Riverita, desde el que despotricó, como su buena voz le permitiera, contra el bipartidismo y, especialmente, contra el PP. Pues bien, señoras y señores, ¡helo aquí como puntal de Díaz Ayuso! ¡El papel de su vida! ¿Alguien puede no creer en el cambio de chaqueta?

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