No recuerdo momentos como los presentes, en los que haya tantos que se meten por el carril de la autovía que no corresponde. Y vaya que no están claras las señalizaciones. Pues nada. Se meten por donde no deben meterse. En los últimos días, no ... dejan de aparecer casos así. No hace ni una semana que un kamikaze de esos se llevó de este mundo a una señora embarazada con su bebé. Terrible. Pocos días después, otro que tal ¡pum!, hace añicos el vehículo de un diputado que venía de Cartagena. Y hay más ejemplos que mi memoria se resiste a recordar. Alguno lejano me ronda que no se me olvida, por las fechas en las que se produjo, pero mejor lo dejo porque es para llorar.

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Todos los accidentes son malos, vengan de donde vengan. Cortan estudios, proyectos, vidas; destrozan a quienes los sufren y a sus deudos y amigos. Se dice que las drogas y el alcohol están detrás de estas situaciones. Seguramente será verdad, pero no me puedo creer que alguien, incluso en condiciones anómalas, sea capaz de montarse en un coche o en lo que sea y salir al mundo como si tal cosa. Sin profundizar en asunto tan penoso, cuando algo de esto sucede enseguida pienso: ¿dormirá bien esta noche y las siguientes de su vida? Aunque entienda, como ser humano que es, el horror que ha generado una negligencia así, ¿reparará en el daño que ha ocasionado más allá de un lo siento mucho? ¿Cuántas sesiones de psiquiatría necesitará para volver a vivir de manera, si no normal, sí resistible? Todo por ir en sentido contrario.

La cuestión me lleva a dar una vuelta de tuerca, y pienso en la cantidad de personas que van por la vida en sentido contrario. Metafóricamente, claro. Y no me refiero simplemente a los que andan por las calles en auténtico sentido contrario, haciéndote bajar, o detenerte por donde vas, pues ellos, como modestos kamikazes, están en lo suyo: tampoco ven, pues su alcohol o droga es el móvil al que tienen que atender, pese lo que pese, pase lo que pase. No se dan cuenta de que van por una acera o cruzan un semáforo, sin mirar si la luz está en rojo o en azul, o verde, que nunca sé exactamente el color que es. Ese nuevo espécimen que va en sentido contrario, no mata, pero fastidia. Tampoco puedes advertirles de la distracción de la que hacen gala porque, si lo intentas, te arriesgas a un métase usted en sus cosas o algo peor.

¿Cuántas sesiones de psiquiatría necesitará para volver a vivir de manera resistible?

Esto de ir en sentido contrario parece haberse instalado en estos tiempos. Si miramos al mundo de la política nos encontraremos con miles de ejemplos de patriarcas que se empeñan en ir en sentido contrario. A las pruebas me remito. No sé si conocen ustedes a un señor americano, de pelo y tez anaranjados que tiene su guasa, candidato nada menos que a presidir el país más rico del mundo, que en cualquier debate o mitin va en sentido contrario. Cuando la gente espera que le hable de un plan para mejorar cualquier tema social, sobre un proyecto nacional de envergadura, pone la sexta velocidad y no deja títere con cabeza: que si los inmigrantes se comen a sus mascotas, que si los chinos son lo peor del mundo, que si le van a hacer trampas en el recuento de las inminentes elecciones... Un fenómeno. Pero tampoco hay que ir tan lejos: ahí tienen nada menos que a la presidenta de un país vecino, y maravilloso, inventor de la cultura con permiso de Grecia, empeñada en llevar lejos de sus fronteras a los inmigrantes que lleguen, aunque rompa así todas las reglas no sólo de la humanidad sino de la ley. Pues nada. Erre que erre. Decreto al canto para acabar con los jueces que no la siguen. ¿Se echará un vistazo alguna vez en el espejo para mirarse a los ojos? ¿Dormirá sin recurrir a lexatines? ¿Comulgará los domingos como dice su credo? Bueno, a tenor del éxito que parecen tener sus teorías en Europa, no creo que tenga problemas de conciencia. En España, y en otros sitios que no son España, han visto en ella la panacea para promulgar leyes alejadas de cualquier atisbo de caridad. A estas conocidas posiciones de la ultraderecha, hasta la llamada derecha civilizada parece querer unirse contra el mal que viene de fuera. No saben que así van en sentido contrario.

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