Las personas vivimos buena parte de nuestra vida preparando algo. Cuando jóvenes, lecciones, exámenes, trabajos de clase...; poco después, oposiciones o entrevistas de trabajo. Luego te preparas para cuanto te vaya a plantear la vida: matrimonio, paternidad o maternidad, progreso en tu empleo, avatares diversos. ... Podríamos añadir preparativos más triviales, como cuando te vas de viaje (sea por obligación o por placer): maletas, pasaportes si hiciera falta, cambio de moneda, información de usos y costumbres de los sitios que visitas... Conforme avanzas en años, y en experiencia, esos preparativos toman forma de ayuno para que te hagan una analítica, esperas en consultas médicas para que te digan si vas bien o vas mal, protocolos para que te quiten una muela, una vesícula o algo más trascendente. El caso es estar preparado para cualquier cosa.
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Al hilo de esta enumeración de urgencia, necesariamente escasa, vemos que en esos preparativos hay de todo, como en la viña del Señor. Si nos vamos al diccionario de la Real Academia, advertimos que las definiciones de 'preparativo' que da son de lo más vagas que pudiéramos imaginar; vean si no, la tercera, que es la más elocuente: «Aquello que se hace para preparar algo». Para preparar exámenes, estudiamos. Para preparar una entrevista de trabajo, preguntamos a alguien que haya pasado por ese trance, o, en caso de que no tengamos a nadie a mano, nos metemos en internet, que algo nos dirá.
Lo he dicho antes: harto significativos son los preparativos de una boda, por ejemplo, quehacer que normalmente trae de cabeza no solo a los novios, sino a todo aquel que esté en su entorno. Como lo es, aunque no siempre se considere, prepararse para tener un bebé, una de las tareas más importantes que vivimos los humanos. Menos transcendente es preparar un equipaje, aunque más apasionante, pues salir de tu ambiente (sobre todo si es en tiempo de fiestas) proporciona más alicientes que otra cosa. La literatura, como en tantas otras ocurrencias, da numerosos ejemplos de personajes que se preparan para algo. Cervantes consume las primeras páginas de 'Don Quijote' en las disposiciones que hacen él y su fiel Sancho, antes de partir a una aventura tan formidable como utópica. Tan rápido lo organiza todo que se olvida de ser armado caballero, cosa que hará enseguida de aquella manera.
No se detienen demasiado los autores clásicos en mostrar preparativos; pasan lo más directamente posible a la acción. Al contrario de Beckett, cuyos personajes tardan más de dos horas en esperar a Godot, preparándose para un acontecimiento que paradójicamente no sucederá jamás. Cosas de la modernidad. También nuestro admirable, y poco recordado, Javier Tomeo, escribió una satírica novela, 'Preparativos de viaje', en la que el protagonista se dispone a marchar a Benujistán para vender sillones giratorios, aunque ni él ni las agencias de viaje saben dónde demonios está tan exótico país. También la famosa Agatha Christie inicia una de sus novelas menos conocidas, 'Las manzanas', con los preparativos de una fiesta infantil, en cuyo ingenuo contexto hay una jovencita que dice haber visto un asesinato. Nadie la cree, pues la niña se caracteriza por mentir más que hablar.
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El cine nos muestra un sinfín de películas en las que se priorizan los preparativos, más que los hechos para los que se preparan. Películas de atracos, sobre todo, con títulos tan insignes como 'El quinteto de la muerte', 'Rififí' o 'Atraco perfecto'. Más significativo que el robo es lo que pasa antes, pues se demuestra que los mejores preparativos no aseguran el éxito de la empresa. Junto a estos casos de cine negro encontramos otros que podríamos denominar de cine rosa: los preparativos de boda, tema tan comercial como divertido. 'El padre de la novia' de Minnelli, años cincuenta, ha tenido dos versiones más recientes del mismo título; y la divertida 'Peggy Sue se casó', de Francis Ford Coppola, mezcla los antecedentes de una boda con un curioso ejemplo de metaverso. Y no digamos la cantidad de telenovelas en las que se ofrecen preparativos de ceremonias similares, con todo lujo de detalles.
Mi afición al cine y a la literatura me ha llevado a dedicar gran parte del tiempo a hablar de lo que supone prepararse para algo en la ficción, olvidándome de esos otros momentos en los que lo hacemos para hacer cosas más importantes. Por ejemplo, salir en el Bando de la Huerta o en el Entierro de la Sardina. Pero... mejor lo dejamos para el año que viene.
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