No sé si ustedes recordarán, los docentes de cierta edad seguro que sí, un episodio de nuestra vida académica de lo más pintoresco. Corría junio del año 1973. Franco nombró a un nuevo ministro de Educación, Julio Rodríguez Martínez, geólogo de cierta reputación. Este señor ... llegó al Gobierno con un proyecto estrella: acompasar el curso universitario con el año natural. Es decir, para los que la cosa les parezca rara, que lo es: empezar el curso en enero, no en septiembre como solía; y terminar a mediados de diciembre. De tal manera que ese septiembre del 73 no hubo clases para los primeros cursos en la Universidad, por lo que profesores y alumnos gozaron de unas inesperadas vacaciones. Llegó el principio del año 1974, y ¡todos a clase...! A unas clases que iban a terminar a finales de diciembre de ese año, aunque... La verdad es que acabaron en junio, como siempre. Fue el curso más corto de la historia. El invento, que se denominó como 'calendario juliano', duró lo que tenía que durar: dos telediarios de entonces. Se armó tal pifostio que el ingenioso ministro salió por piernas a los pocos meses, siendo sustituido por Cruz Martínez Esteruelas, que de un plumazo terminó con el invento. El siguiente curso empezó en septiembre, como siempre, y terminó en junio, como siempre, y el caso quedó como una muestra más del Celtiberia Show reseñado por Luis Carandell.

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Traigo este tema a colación porque septiembre nos ha remitido siempre al principio de curso, no sólo escolar o académico, sino de todo: judicial, político, deportivo (aunque llevamos unos años que se adelanta al caluroso agosto por temas económicos, claro), periodístico (con la presentación de las nuevas temporadas, mostradas muchas veces con más bombo que platillo) y teatral y musical, que inauguran su ciclo natural en estos días. Septiembre significa un volver a empezar; la popular vuelta al cole supone el regreso a la normalidad. Lejos quedan, y casi olvidados, los días de playa y piscina, de colas en el súper, de búsqueda del contenedor más cercano, de siestas completas, de quintos fríos con almendras para abrir el apetito; abrir el apetito de quienes lo necesiten; otros, no padecemos semejante mal.

Quizás tuviera cierta razón aquel ministrillo, al que apodaron en su día 'Julito el breve', por el poco tiempo que gozó de coche oficial. La verdad es que parece que la lógica sería empezar todo con el año: actividades, programaciones, presupuestos, temporadas... El buen hombre pensaba que, si los gastos que hacen la mayoría de las instituciones son anuales, de enero a diciembre, ¿por qué no adecuarlos con las tareas que tienen lugar en ese período? Sin embargo, mezcló el agua con el aceite. El porrazo que se dio le demostró que una cosa es una cosa, y otra cosa, otra. El hombre, y por supuesto la mujer, es animal de hábitos cerrados. Y nunca por capricho; siempre para acomodar formas de vida con desarrollo social de cuanto tiene y debe hacer. Casi nadie va a elegir su período de veraneo en febrero, por muy baratos que estén viajes y estancias. Ni va a subir el Himalaya cuando proliferen tormentas y ventiscas. Ni va a empezar a celebrar la Navidad el 1 de octubre. Bueno, esto sí que es posible, si un jerarca iluminado que se cae de maduro lo dispone así para los suyos por real decreto.

Aparte de la broma, septiembre es así llamado porque era el séptimo mes del calendario romano. Recordemos que, para ellos, el año comenzaba en marzo. Claro que para ellos no había problema, pues ni tenían vuelta al cole, ni el Senado se cerraba por vacaciones, ni había medios de comunicación, ni el Madrid jugaba la Superliga. Hoy día, tiene toda su lógica empezar la cosa en el momento en el que el calor desciende (a ver si es verdad). Estamos en el equinoccio de septiembre, por medio del cual, el otoño comienza en el hemisferio norte, y la primavera, en el sur. Lo mismo que el curso escolar. Quizás por eso, Virgo y Libra se reparten el mes. Virgo, representado por una virgen, nace en pleno calor agosteño, y es de naturaleza perfeccionista. Los Virgo, como la 'donna', son 'mobile', 'qual pluma al vento'. Mientras que Libra, con una balanza como símbolo, es el más refinado signo del Zodíaco, muestra de tolerancia y sensibilidad artística.

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¿Cómo vamos a empezar el año de otro modo que con sentido y sensibilidad?

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