Entiendo que lo de envejecer no sea cuestión de general interés. A unos, porque no nos gusta que nos tilden de viejos; a otros, porque les queda tan lejos que creen que nunca van a serlo. No es tema de preferencia, lo sé, pero aquí ... está, presente tanto en la vida social como en la política, tanto en la literatura como en la realidad, en clases altas y en bajas, en oriente y en occidente. Es asunto de actualidad, aunque nos guste más o nos guste menos. En esto, soy como Picasso, que apuntaba que «cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida»; pues eso, voy a escribir de esto enseguida. Ya.

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Se dice que la vejez es la peor época de la vida: aunque estés (relativamente) bien de salud es normal depender de pastillas y tomas de tensión. Sin embargo, cuando tienes 40 o 50 años, sales de viaje con un par de aspirinas (hoy, paracetamoles) por si acaso y a correr. De mayor, tienes que ir periódicamente al médico, siquiera sea para que te diga: «Vale, sigue con lo mismo». Por eso, no es ni la mejor ni la peor época de tu vida, es la que te toca vivir. De nada vale recordar tiempos mejores, decir que ¡ay! esa cuesta la subía yo durmiendo, antes cenaba lo que me pusieran, la ropa me caía mejor... Todo eso son quejas. Hablar por no callar. No aceptar la realidad.

Hace años se puso de moda la frase 'la arruga es bella', frase motivada por una marca de ropa que alentó a vestirnos con telas llenas de repliegues y rugosidades, en vez de la creencia general de que había que salir a la calle bien planchado o bien planchada. La frase tuvo su éxito, aunque pronto dejó de decirse. Pienso que justo hasta que los responsables de la misma envejecieron, y se dieron cuenta de que la sentencia era una bobada. ¿Cómo va a ser bella una arruga? ¿Cómo se puede comparar con la tersura de la piel joven, su brillo, su lozanía? Si la arruga fuera bella, ¿qué sería de los esteticistas, la profesión de moda? ¿Qué sería de las señoras, y no pocos señores, que van a estirarse, a hacerse liposucciones, a ponerse pelo...? No. Envejecer no es bonito. Tampoco tiene por qué serlo. Y lo peor es no admitirlo. Lo peor es mantenerse en la creencia de que son los demás los que cumplen años, no tú; que son los otros los que sufren achaques. Craso error. La vejez viene para todos. Nadie se libra de ella. En este momento yo recordaría 'La Celestina', cuando dijo que «Nadie es tan viejo que no pueda vivir un año más, ni tan joven que hoy no pudiese morir». Así que, tranquilos.

Hoy impera el reino de la juventud: presidentes de 40 años, ministros de 30 años, concejales de 20...

Tranquilos porque, como tantas otras cosas que nos suceden a lo largo de la vida, envejecer es lo más natural del mundo. Aunque, repito, no todos lo veamos igual. Ni tenemos por qué hacerlo. Se trata de reajustarse, físicamente, pero también mentalmente. Eso de la eterna juventud es cosa de la literatura. El célebre psiquiatra Carl Jung decía que «no podemos vivir el atardecer de la vida con el mismo programa de la mañana». Claro que no. La vejez obliga a aceptarse a sí mismo como lo que eres. Hay quien lo toma como un castigo, pero también quien lo toma como un premio. Un premio a una vida bien llevada, resultado de otra etapa que, eso sí, no sabes si será corta o larga, de montaña o de llano, en línea o contrarreloj. Una etapa con sus pros y con sus contras.

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Hay quienes, metidos en ese período, inician una renuncia a la vida, cambian sus hábitos, dejan de leer, de ilusionarse por cualquier cosa. Se sientan a esperar. También los hay que hacen todo lo contrario. Churchill volvió a ser primer ministro a los 82 años. Adenauer, canciller con 87. Les llovieron chistes, pero allí que estuvieron. Esto hoy sería casi impensable. Hoy impera el reino de la juventud: presidentes de 40 años, ministros de 30 años, concejales de 20... Dentro de poco, un colegial dirigirá el tráfico de la ciudad. Esto no es defender la vejez; es defender la sensatez, virtud hoy día pasada de moda. Por eso quisiera terminar con Shakespeare, que apenas pasó de los cincuenta, cuando uno de sus personajes dijo que «los viejos desconfían de la juventud... porque han sido jóvenes».

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