Sin duda, en el capítulo de momentos más desmerengados de la semana hay que poner a Musk y Milei con la motosierra. A mí me ... recuerda un poco a esa ringlera de personajes que salían en 'Sálvame'. Lo peor no era la ignorancia que mostraban, no, lo peor es que encima presumían de ello. «Soy un burro, sí, y qué pasa», parecían decir. Ver a Musk y Milei haciendo bromas de los recortes sociales orquestados suena un poco a lo mismo: lo peor no son ya los propios recortes, sino que encima se vanaglorien de la poda. Y peor aún es ver que sus astracanadas tienen su público, y es que, por mucho que joda, no han caído del cielo, han salido de las urnas. Así que ellos recortan y ríen, es decir, sacan la tijera y se descojonan, en un signo claro de que a la extrema derecha le va bien, vamos, que le va creciendo el bíceps, cada vez más anabolizada, mientras a la democracia le va mal, cada vez más anémica.

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En fin, menos mal que arreglo un poco la cosa leyendo esta frase hermosa que vamos a colocar en el momento más empingorotado de la semana: «Me acuerdo de ti una tarde que todo era horrible menos nosotros dos». De quién es. Pues la dijo un tal Scott Fitzgerald a su mujer, Zelda, y me parece bellísima. Parece mentira que alguien que se manejaba tan mal en la vida, pudiera manejarse tan bien con la pluma, pero así son la cosas, pura contradicción, como este mundo en el que vivimos, donde convive gente buena –también la hay, aunque haya que buscarla con una lámpara como Diógenes– con los del 'club de la motosierra'.

En fin, razones para la desdicha hay miles, sí, pero no se puede caer en el desánimo. Ya lo decía Héctor Abad Faciolince, el autor de la maravillosa novela 'El olvido que seremos': «El único pecado que existe es la infelicidad», lo que me lleva a su vez a un frase que leí en Roma la Navidad pasada. No estaba en un libro, ni en un museo ni nada de eso, sino en la pared de un restaurante, y es que los romanos, que antaño fueron los mejores para las cosas sublimes, hoy son los mejores para embellecer lo cotidiano. La frase tintaba la pared de un restaurante y decía así: «No pases de largo, ¿acaso recuerdas la última vez que dejaste escapar la felicidad?».

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