Acaba el diluvio y Noé puede tocar tierra con su arca. Acompañado por sus familiares y media selva dirigen sus pasos hacia la llanura del ... Sinar y en un paraje llamado Babel se asientan. Escarmentados por tanta agua, se proponen construir una torre tan alta que casi llegue al cielo y así, caso de otro diluvio, tendrán posibilidad de salvarse del naufragio alcanzando la cima de la torre. Ese empeño no gusta a Yahvev quien, según nos cuenta Moisés en el 'Génesis', castiga a los obreros haciéndoles hablar a cada uno en una lengua diferente, lo que causó tal desconcierto que de la Torre de Babel nunca más se supo. El divino castigo tuvo sus consecuencias: hoy se calcula que en el mundo existen más de siete mil lenguas, lo que dificulta el entendimiento entre los humanos.
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Para intentar perpetuar el poder de don Sánchez, desde La Moncloa se está avivando el fuego de la intolerante por anticonstitucional decisión independentista de excluir al castellano en la enseñanza catalana. En mis periódicas estancias en la Ciudad Condal, y en el resto de Cataluña, jamás he tenido el más mínimo conflicto por no 'parlar català'. He podido comprar, comer, ir al cine, oír misa, charlar, y despachar en centros oficiales, sin sentirme incómodo por foráneo. Por tanto, a mi entender, no existe, por el momento, problema alguno por cuestión de lengua entre la mayoría de los catalanes y el resto de los españoles.
Los catalanes son y se sienten catalanes, entre otras cosas porque hablan catalán. Los largos años del franquismo hicieron daño a ese patrimonio cultural tan importante para los catalanes que es su lengua; por eso, la Generalitat, de acuerdo con el mandato constitucional, se ha propuesto desde un principio, proteger la lengua catalana en un afán de que no se pierda tan importante seña de identidad y para mí ese empeño es plausible. Pero si importante es lograr que no se pierda como medio natural de comunicación entre los habitantes de Cataluña, no menos lo es no permitir que, por una reacción visceral, con tintes separatistas y frentistas, peligre el conocimiento y uso del castellano. Algunos padres están encontrando oposición, e incluso persecución, cuando, de acuerdo con la ley, exigen que sus hijos reciban una parte de sus enseñanzas en la lengua que todos los españoles tenemos el deber de conocer y el derecho a usar.
Esos acosados padres, aparte de defender su constitucional derecho, temen que su prole olvide la hermosa lengua castellana. Nada deben temer: sus hijos y tal vez los hijos de sus hijos, serán bilingües porque además del catalán, la lengua en la que podrán relacionarse con más facilidad en la tierra donde presumiblemente crecerán, se formarán y se harán hombres y mujeres de provecho, en su casa seguirán comunicándose en el mismo rico idioma que sus padres y sus abuelos. Mi nieto nacido de padre catalán y madre murciana, criado en Cataluña, es bilingüe porque las primeras palabras de amor que ha oído se las ha dicho su madre con ese acento tan hondo con el que las murcianas hablan mientras abruzan a sus zagalicos, y en la escuela, y con su padre, sus abuelos y sus amigos catalanes ha hablado siempre en la hermosa lengua de Verdaguer y de Pla, y se sabe importante al tener acceso a más amplias capas de cultura.
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Esta condición de bilingüe, en cambio, no la veo tan clara en los otros, en los catalanes de más de una generación. De extremarse la inmersión y la persecución del castellano ni de lejos oirán en su casa ni en su entorno próximo el habla con el que se comunican el resto de los españoles y gran parte de los habitantes del mundo. Deberían estar preocupados por que se les hurte el conocimiento de una lengua importante, extendida, bella y culta que les va a servir, entre otras cosas, para relacionarse fluidamente con el resto de sus compatriotas y eso sí que debería preocupar al Gobierno de Cataluña.
Fomentar la enseñanza del catalán es mandato constitucional, conculcar el legítimo derecho de usar el castellano es delito. Basta ya de incordiar, reavivando, seguramente con intereses bastardos por separatistas, los viejos demonios de la incomprensión y el enfrentamiento. Tal vez si Noé no se hubiera empeñado en construir tan alta torre, el entendimiento entre los humanos no estaría tan perjudicado.
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