Cuando Joseph Ratzinger fue elegido Papa, creí que su imagen no era la mejor para la Iglesia, pero el amor a la lectura me llevó ... a 'La sal de la tierra', su primera entrevista con Peter Seewald. La sorpresa fue mayúscula: humor, cercanía, increíble claridad para explicar lo complejo, una fe insobornable en la razón y una apertura mental espectacular. También el enfado fue mayúsculo: allí se revelaba la falsedad de las calumnias que sufrió. Benedicto XVI y su luminoso legado nos acompañarán siempre: sus encíclicas y entrevistas, su 'Jesús de Nazaret', sus discursos y el valiente anuncio de su renuncia. Benedicto XVI creyó firmemente en la razón («la razón sin fe se queda corta, pero la fe sin razón es inhumana»). Fue un intelecto inmenso al servicio de la verdad, pero sobre todo –según toda la gente que lo trató– fue un hombre profundamente bueno, movido solo por el amor de Dios. Una mente maravillosa en el corazón de un santo.
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