En este caso diríamos: «Cuida tu mente como cuidas tu cuerpo». Lo primero no es posible sin el reconocimiento de su necesidad. Quien padece una ... patología mental y no lo admite, devendrá infructuoso cualquier intento de sanarla.

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En nuestra sociedad, la depresión parece ser la reina de las enfermedades mentales, y sólo admitiendo su sufridor que necesita ayuda profesional, podrá entonces comenzar el camino de su curación. Enfermedades como la psicosis, la esquizofrenia, pero también el trastorno bipolar y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) ilustran el panorama de las necesidades de ordenarse la visita a un psicoterapeuta, del mismo modo que lo haríamos en el caso de una enfermedad corporal acudiendo a la consulta de un fisioterapeuta, podólogo, cardiólogo u oftalmólogo.

Somos una unidad biopsicosocial, y los tres componentes necesitan su cuidado y atención para que reine el equilibrio deseado. El problema de las enfermedades mentales es el del estigma que pesa sobre ellas: los hay que hacen befa y mofa de alguien que, sentado en la marquesina de una parada de autobús, está haciendo rituales; o de alguien que farfulla a la hora de explicarse ante otro; o, en fin, de alguien que está eufórico, pues creen que está ebrio y no que padece bipolaridad.

La sociedad ha de aprender que somos aquella unidad biológica, psíquica y social, y que es un mandato atender cada una de estas partes cuando, en palabras de Ortega y Gasset, «ni hinche ni fecunda su destino». Si es cierto, como ya dijo Juvenal, que «mens sana in corpore sano», no es menos cierto que un cuerpo sano ha de gobernarse por una mente sana. Visibilicemos esta salud, requerida para una mayor calidad de vida.

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