La covid-19 ha puesto en conocimiento a los seres 'normales' de la existencia de los seres neurodivergentes. Los casos de depresión y crisis de ... ansiedad se han acrecentado. Ahora sí estamos en condiciones de comprender al diferente. Ahora sabemos que en nuestras vidas suceden cosas que nos igualan. Antes de la covid-19 estigmatizábamos en demasía a los enfermos de TOC, trastorno bipolar, psicosis o esquizofrenia.

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La pandemia ha agudizado los síntomas de estas enfermedades para desdicha de quienes las padecen. El lavado de manos, guardar la distancia de 1,5 a 2 metros entre persona y persona y el uso de la mascarilla ha empeorado lo que en los neurodivergentes había mejorado. Las consultas de Psicología y Psiquiatría vuelven a estar saturadas. Hay muchos más casos de crisis de pánico, pues las personas 'normales' han comenzado a vivirlas en sus propias carnes como consecuencia del confinamiento decretado por el Gobierno para evitar que se multiplicasen las víctimas de coronavirus.

Pero como reza el dicho popular, «no hay mal que por bien no venga». Nadie quería la pandemia, pero sí ha servido para que todos sepamos que, como escribió Fernando Savater, «somos diferentes, y en eso nos parecemos». Hemos podido aprender mucho sobre antropología.

En las tragedias aflora lo peor y lo mejor de nosotros. Las muestras de solidaridad han presidido las jornadas de mujeres y hombres, quienes, altruistamente, han trabajado gratis para ayudar al prójimo, tan necesitado en esos meses de pesadilla.

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Hemos aprendido que la enfermedad mental es una enfermedad más, no un estigma de rareza, posesión o transmisión de males. Este es el inicio de una buena relación entre nosotros que redunda en beneficio del planeta. Ojalá sea siempre una constante en nuestras vidas.

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