Como soy un gran aficionado al ciclismo, observo con mucha atención el esfuerzo ímprobo que tienen que realizar los deportistas que se dedican a la práctica de este deporte para escalar las pendientes de esos empinados puertos de montaña tratando de alcanzar la cumbre.

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Compruebo ... cómo se va haciendo una exhaustiva clasificación y cómo se van quedando rezagados la mayoría hasta que llegan a la cima unos pocos privilegiados o los mejor preparados física y mentalmente.

Haciendo un símil ciclista, a los viejos y pensionistas nos resulta enormemente costoso superar no ya la cuesta de enero, sino la de todo el año. Por muchos números que hagamos, no nos salen las cuentas para alcanzar la cumbre de la cuesta de la compra.

Nos han vendido con gran entusiasmo propagandístico la rebaja del IVA en algunos productos alimenticios con la engañifa de que supondrá un ahorro importante para el bolsillo de los consumidores. Los del edadismo (los mayores), y digo edadismo porque esta palabra ha sido admitida por la Real Academia de la Lengua Española, tenemos que hacer malabares, nos cuesta «estopa y pez» –tal y como diría el castizo– para arribar a la cima de la cuesta de la compra. Tanto si hacemos la compra diaria como semanal, el ahorro de esos centimicos –esas monedas que casi odiamos– nos representa una miseria.

El ahorro, cuando lo calculamos, ya sea matemáticamente o bien por la cuenta de la vieja (contando con los dedos), es ridículo, nunca supera los 70 u 80 céntimos. Ya me dirán el capital ahorrativo que representa para los ancianos en su cuesta de la compra. Porque claro, a la hora de intentar subir una cuesta, la gran mayoría preferimos la llanura, incluso muchos ayudados por un bastón o con andador, porque no somos capaces de alcanzar ni siquiera el principio de la pendiente. Y si alguno goza de buena salud, se quedará a mitad de la cuesta y será un triunfo a celebrar.

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Casi todos, en la cuesta de la compra nos paramos a primero de mes o a la mitad porque la economía flaquea y nos da números negativos, salvo contadas excepciones, o que apaguemos la luz. Vamos, que nos entra la pájara, que se diría en el argot ciclista.

O sea, que vivimos a oscuras o comemos una vez al día, porque a mitad de mes de la cuesta de la compra nos quedamos totalmente sin oxígeno, con IVA o sin IVA, y tenemos que avisar para que nos manden una ambulancia que nos transporte al Servicio de Urgencias más cercano.

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El último recurso que nos queda es pedir salud en esta angosta vereda que nos agobia física, mental y económicamente. Porque, por muchas vueltas que le demos, no nos salen las cuentas, y llega el mes de enero y no subimos ni siquiera la mitad de la cuesta, por lo que hay que armarse de paciencia, valor y fuerza moral (a falta de la física). Resistir es la palabra que oímos con más frecuencia, no queda otro remedio. A nuestra edad, la conformidad y la paciencia son grandes virtudes.

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