El uniforme comenzó en el ámbito militar para distinguir a unos ejércitos de otros, asimismo para grupos de religiosos e instituciones penitenciarias. Si bien nos ... tenemos que remontar hasta la Tercera Revolución Industrial para que se generalice en el resto de colectivos profesionales.

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No debemos pensar que mediante los uniformes se evitan diferencias de estatus entre los trabajadores de una misma empresa, pues los distintivos de colores de cada categoría profesional, galones y demás personalismos marcan la desigualdad económica y de mando en cualquier institución pública o corporación privada. Hoy por hoy, a pesar de esos uniformes que deshumanizan a trabajadores de la pequeña y mediana empresa; bien sea por los tejidos empleados, su deficiente elaboración o colores ofensivos, se debe aplaudir el buen gusto de los que eligen los atuendos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, algunos grandes almacenes y restaurantes galardonados con estrellas Michelin.

Si de verdad valoramos el capital humano de las empresas, al igual que se le exige al trabajador una excelente presencia en cuanto a su higiene y peinado, no lo estropeemos queriendo ahorrar en un vestuario que ofende a aquellos a quienes cubre y da una mala imagen a la compañía, tienda o taller.

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