Históricamente, los primeros individuos conocidos que hicieron propósitos al iniciar un nuevo año fueron los babilonios, hace unos 4.000 años. Aunque para ellos el año comenzaba a mediados de marzo, cuando se plantaban las cosechas, y no en enero. Los romanos adoptaron el año ... nuevo babilónico y el hábito de hacer propósitos. En el año 46 a. C., el calendario juliano designó el 1 de enero como el comienzo del nuevo año. Y nosotros seguimos la tradición romana en la fecha y en hacer propósitos para este año.
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Muchos se abandonarán con el paso de los días y las semanas. No obstante, también pueden mejorar el bienestar del personal, ya que obligan a contemplar lo que más se valora. El año nuevo ofrece una pizarra en blanco para escribir unas palabras, unas líneas o llenarla, empleando una noción conocida como autoeficacia: intentar alcanzar un objetivo y sentirse dueños de la vida.
Y, así, reiniciaremos el disco del cerebro, con más o menos esfuerzo: lleno, como siempre, de promesas de bondad, gimnasio e inglés. Pero hay que elegir algo realista: uno o dos objetivos. El refrán dice que «año nuevo, vida nueva», es decir, seguir adelante con estos 365 días, sea como sea, sin quedarse nadie atrás.
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