Antes se escribían cartas y las cartas tenían un ritual que el WhatsApp o el 'email' hacen imposible. La materia epistolar estaba hecha de circunloquios destinados únicamente a la morosidad de la caligrafía. Ahora los buzones son una papelera de notificaciones municipales y publicidad de ... hipermercados. Las cartas ahora las escriben unos individuos con guantes de látex y plantilla caligráfica o antiguos habitantes de los frenopáticos. De modo que donde antes iba un pétalo ahora va una bala o una navaja ensangrentada.

Publicidad

Madrid está siendo el desmadre de todas las batallas. Los políticos se han adueñado de aquella expresión de Kipling, «la línea roja». «La delgada línea roja de los héroes» que separa a los valientes de los cobardes, escribió Kipling. Bueno, pues en la campaña electoral de Madrid esa delgada línea roja que siempre dicen que no se cruza, se ha pisoteado, trasvasado y machacado en beneficio de la ceguera y la avaricia política. Esas cartas cargadas de amenazas se han transformado en naipes con los que jugar la baza electoral. Un juego descerebrado y frívolo que empezó a banalizar la señora Monasterio y que continúa en una especie de sucia timba en la que la dignidad y la verdad se ponen sobre el tapete como fichas sin valor.

Se teme el efecto llamada. Y se temen cosas aún peores. Ya nadie parece recordar a aquella diputada británica asesinada en la campaña del 'Brexit'. Quien finalmente apuñale o dispare puede ser un esquizofrénico, pero quienes están proyectando espejismos y alimentando las alucinaciones de los desequilbrados –y de la población en general– son algunos políticos que han decidido instalarse en la radicalidad y la cultivan como única fuente de subsistencia, como elemento fundamental que les da carta de naturaleza. Son ese tipo de políticos que Ambose Bierce –seguimos con las citas– compara con una «anguila que vive en el lodo sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada». De ese fango se alimentan y ese fango escupen. Se refieren a los adversarios como enemigos cainitas, herederos de regímenes con afán de exterminio. Comunistas y el gulag, nazis y los campos de exterminio. Ellos, o el caos. La libertad o las rejas del comunismo o las alambradas electrificadas de Mauthausen. Y piden a los ciudadanos que secunden esas posturas, que tomen conciencia de que la rivalidad con sus adversarios no consiste en determinadas medidas fiscales, económicas o sociales, sino en una lucha por la supervivencia. Y ahí están, arando, sembrando, regando, cultivando el odio como argumento y renta personal. Y lo peor es la posdata. Esto no se acaba el día 4.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad