Publio Cornelio Escipión 'El Africano' lideró la gran batalla para arrebatar Qart Hadasht a los cartagineses. Su victoria al frente de las tropas romanas marca ... el comienzo del desarrollo de esa gran ciudad que fue Cartago Nova cuyo escudo muestra en su cima una doble corona murada en recuerdo de ese gran triunfo. Las inmensas riquezas de plata y plomo extraídas de minas de los montes cercanos, donde llegaron a trabajar más de cuarenta mil esclavos, así como su importante puerto natural hicieron que Roma admirara y deseara esta urbe. Desde su condición de 'conventus iuridicus' hasta que el emperador Diocleciano la convierte en la provincia romana de Cartaghinensis, la más importante de Hispania, Cartago Nova, Argentaria o Espartaria no deja de crecer hasta que una invasión de los vándalos sume a la ciudad en la ruina. Mayoriano intenta recuperarla para Roma pero fracasa, cae el imperio y es el emperador bizantino Justiniano quien la reconquista, le devuelve su esplendor y la convierte en sede episcopal.
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Ni su historia, ni su importancia, ni el hecho de ser la primera sede episcopal de España sirvió para que en 1833 el absolutista Javier de Burgos decidiera, en su división territorial, que Cartagena no fuera provincia.
Los cartageneros tienen todo el derecho a reivindicar la titularidad provincial, motivos los hay de sobra y debieron ser tomados en cuenta cuando el señor Burgos tomó esa injusta decisión. Pero en el momento actual, suponer que las Cortes aprobarían un desdoblamiento provincial es abrazarse a un imposible y fomentar desilusión y melancolía a partes iguales. Argüir que con la biprovincialidad tendríamos más diputados y senadores y, por tanto, más peso político, es abrir un peligroso melón que excitaría el deseo de otras ciudades de obtener ese derecho. Imagine querido lector que Madrid, dada su población, pidiera dividirse en cuatro o más provincias. De otra parte, ¿conocemos qué opinan los habitantes de San Javier, San Pedro, La Unión, Mazarrón, Torre Pacheco, Los Alcázares y Fuente Álamo? ¿Aprobarían en un plebiscito pasar a depender de Cartagena como capital de esa nueva provincia?
Nuestro presidente López Miras sabe todo esto y, a pesar de ello, empieza a hacer gestos a favor de la provincia de Cartagena. Y eso, ahora, ¿por qué? Hay noticias de que su líder le ha advertido de que o consigue un mínimo de veinte diputados en las próximas elecciones regionales o si no tendrá que dejar el puesto en manos de doña Patricia, la alcaldesa de Archena, que por ahora guarda un sospechoso silencio. Con esa espada de Damocles sobre su hermoso cuello, don López pregunta a la caterva de políticos que tiene a sus órdenes para conseguir esos diputados hacia dónde dirigir su acción. No hace falta ser un lince: el objetivo es Cartagena y una derrota en la trimilenaria ciudad impediría alcanzar el objetivo impuesto. Por mucho que el Puerto patrocine y colabore en todos los eventos municipales, invierta en obras urbanas que solo de refilón tienen que ver con la actividad portuaria y aunque Segado le haya dejado el sillón pepero, doña Noelia, que por cierto lo está haciendo bien, no mejora en las encuestas. Y por eso los de Miras deciden aparecer como adalides de la biprovincialidad. Trampantojo 'habemus'. El lorquino ya luce en su muñeca una pulsera con la bandera de la provincia marítima de Cartagena y en alguna de sus comparecencias habla de la posibilidad de estudiar el desdoblamiento; incluso días pasados apareció en nuestro periódico un artículo argumentando en pro de la doble provincia, firmado por alguien muy de los populares a quien conozco desde los tiempos de la UCD y que nunca, que yo sepa, abogó por ese asunto.
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López Miras y sus asesores, incluso el escribidor, saben que no es posible conseguir la doble provincia, pero fuera del poder hace mucho frío y por eso, buscando los votos cartageneros, lanzan el señuelo por si cuela. Trabajemos para conseguir lo posible: que nuestra tan querida Cartagena consiga la condición de ciudad autónoma. Lo son Ceuta y Melilla y Cartago Nova, Cartago Argentaria y Cartago Espartaria tiene, por historia, potencia y singularidad, el mismo o mayor derecho a disfrutar de ese estatus.
Basta de trampantojos y de maniobras torticeras, el poder se gana y se mantiene por actuaciones limpias y eficaces que contribuyan al bien común y puedan ser reconocidas por el pueblo soberano. Murcia, Cartagena y el resto de habitantes de esta tan querida Región se lo merecen.
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