Es inquietante ver cómo nuestro querido y renovado Gobierno, que no es más que una extensión disidente de un partido empoderado de sí mismo, se va metiendo en todos los charcos que ve, como un niño revoltoso que no piensa en quién va a tener ... que limpiar, secar y planchar su jubilosa rebeldía. En realidad, da igual, con decir ser dialogante es suficiente, con repetir las mismas sandeces es bastante, con reprochar las mismas simplezas ya va bien, dar lecciones de democracia –como crear un muro de desentendimiento– a medio mundo es lo adecuado. Es un coro muy bien afinado en admirable armonía, esto es, en perfecto equilibrio de las distintas partes de un todo, que da como resultado final la belleza, aunque la melodía resulte abstracta o dodecafónica, como una sinfonía de Schoenberg o de Stravinsky, y la belleza pueda irritar a quien no tenga el oído ideológico bien entrenado. Se trata de memorizar y propagar palabras: transparencia, convivencia, reencuentro, progreso, cordialidad, entendimiento, perdón, acompañamiento (antes relator), conflicto, igualdad o excepcionalidad, adheridas a un lenguaje básico que confunda más que aclare, que oculte más que despeje, pero que alivie a los adeptos, en una escala cromática atonal, coherente, embustera y repetitiva.

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Bien define al partido socialista actual la técnica musical atonal: «Tiene como elemento integrador una minúscula célula interválica que además de expandirse puede transformarse en una fila de tonos, y en la que las notas individuales pueden funcionar como elementos pivotales para permitir enunciados superpuestos de una célula básica o el enlace de dos o más células básicas». En definitiva, es el grupo (léase partido), bien engrasado, no el personaje, por muy fascinante y lúcido que a muchos les parezca, el que determina la acción y la omisión, el que elige las palabras y el discurso para su venta, porque yo, ustedes me perdonarán, no veo al querido líder como hombre de audaz e intrépida inteligencia, razonamiento eficaz y claridad de ideas –quizás me equivoque–, sino como una imagen bien definida y acicalada para un tiempo ambiguo y turbio, capaz de suministrar a la cofradía alegres fantasías enlatadas por los conserveros del poder.

De otra forma no se entiende el desbarajuste organizado en nuestras relaciones interiores y exteriores. Lo mismo se entrega el Sáhara, sin más información gracias a la transparencia, a una monarquía despótica, feudal y proisraelí, bendecida por los USA, que se toma partido por un grupo terrorista palestino antiisraelí y enemigo de los USA que ni siquiera los países musulmanes de su entorno quieren en su territorio. Lo mismo nos tragamos el sapo alemán de Siemens a cargo de la deuda de todos los españoles, seguramente por algún carguico, que insultamos a los italianos por tener un Gobierno reaccionario que cuestiona la participación de la mujer en la vida política, cuando su presidenta es una mujer. Igual levantamos una muralla para defender España del gusano y el ciempiés que abrimos la muralla a un fascista ultraderechista, xenófobo y supremacista. Lo mismo sacamos cuatro tanques del desguace para mandarlos a Ucrania y ganar la guerra que abogamos por la 'hu-ma-ni-dad', el 'flower power' y el no a la guerra. Y no pongo más ejemplos porque mi alma socialdemócrata está deseando escapar de este manicomio de plastilina, de paz, de amor y de felicidad.

Yo creo que esta gente debería dejar sus peligrosas adicciones, hacer terapia de grupo o de partido y mantenerse sobrios al menos lo que dure la legislatura porque, en caso contrario, nos van a echar de la UE y van a poner una muralla, esta de verdad, en los Pirineos, creando un corredor 'hu-ma-ni-ta-rio' para recibir camiones con litio, olanzapina, aripiprazol y otros psicótropos para combatir la bipolaridad. Yo ya he quedado con mi amigo y psiquiatra jubilado Manolo Galiana para que me haga una exploración y saber si en mi cerebro hay una paloma y un laurel o, por el contrario, hay un veneno y un puñal, o las dos cosas, hoy una y mañana otra o no hay nada o ya veremos o sí, pero no. Qué difícil es explicar este vaivén vertiginoso y qué dañino es para la salud del pueblo y del ciudadano y para la estabilidad política y para el equilibrio diplomático y para la seriedad de las relaciones 'hu-ma-nas' y para la confianza en las instituciones. En fin, salud y libertad para todos en el año que casi empieza, sobre todo salud mental, sin ella no hay libertad posible, ni progreso, ni esperanza.

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Que Atenea o Minerva o Ganesha o Iberdrola les ilumine y les lleve hacia la luz y dejen de cambiar de opinión cada diez minutos.

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