Como ya hiciera con el Gobierno de España, el PSOE ha decidido comprar el Gobierno de Cataluña. A este ritmo de compras rascando la caja nos va a dejar en la ruina. Yo creo que sería más efectivo aprovechar y comprar el Gobierno de Venezuela, ... nombrar a Rodríguez Zapatero presidente bolivariano, a Koldo ministro del petróleo, a su hermano director de la filarmónica de Venezuela y a su santa rectora de la Universidad de Carabobo. Al menos tendríamos combustible barato. Sin embargo, al PSOE le gusta más Cataluña y ha decidido con total transparencia y limpidez ampliar el autogobierno catalán dada su singularidad y los delitos cometidos contra todos los españoles. Da la impresión de que el PSOE está más interesado en la independencia de Cataluña que los mismísimos catalanes que le votan.

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Con estas decisiones el PSOE parece querer suicidarse. Ahora empezará la propaganda y las milongas sobre lo bueno que es para España en términos de convivencia y para la igualdad en todos los territorios. Aplicarán una partida económica sustanciosa para las demás regiones para evitar la disidencia y la protesta y a esperar que las cosas se calmen y los barones socialistas puedan vender una nueva mentira y queden satisfechos con la desigualdad manifiesta. Los expertos progresistas hablarán de constitucionalidad irreprochable paseando telediarios y defendiendo su bolsillo ideológico. Mientras tanto, la Constitución va pareciendo escrita en papel higiénico de una capa y sin necesidad de enmendarla. Cuentan con la pasividad veraniega y el hartazgo de una sociedad acorralada y enfangada. Todo son trampas: si dicen que sí es que no, si dicen que no es que sí, si gritan es que mienten y si callan es que ya nos la han colado.

Yo me pregunto inocentemente si en la actuación gubernamental hay algún tipo de estrategia, objetivo o idea, a parte del disfrute personal del pseudopoder del que disponen, para llevar a España hacia el progreso social, político y económico. Qué sé yo, desmontar el independentismo desde dentro de Cataluña y quemar sus expectativas a base de pactos y concesiones que son fáciles de desmontar una vez en el poder o retirarse al territorio más próspero de España dejándolo antes limpio de deudas y servidumbres, dentro de Europa y del euro, para crear un paraíso socialista independiente. Lo que sea, porque si todo es simple improvisación y mandato de un personaje enfermo de poder, pero poco preparado intelectualmente; enrevesado de carácter, pero con escasa convicción moral; amante de los suyos, pero poco fiable, pues poco podemos esperar. ¿Todo un partido histórico para esto? Para mentir, insultar y defender a un pseudopresidente que no puede gobernar.

El agotamiento de la política progubernamental con sus vilezas ya hace mella en el ánimo de muchos

Cuando todo son preguntas sin respuesta, cuando la duda sustituye a la certeza, cuando la desconfianza aniquila la seguridad, cuando la degeneración se esconde tras la regeneración, lo único que nos queda es la pseudorreligión y la pseudofilosofía para sentirnos a salvo del perverso relato, en la creencia de que la democracia es imbatible. Pero está en peligro, como lo está la convivencia, el Estado de derecho o el bienestar de los españoles. El agotamiento al que nos somete la política progubernamental con sus vilezas, su imprudencia y sus secretos empieza a hacer mella en el ánimo de muchos, de derechas y de izquierdas, aunque sabemos que poco podemos hacer ante el secuestro consentido de un Gobierno preso de su propia ambición y de su necesidad de mantenerse en el poder para evitar el derrumbe.

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Solo tenemos una certidumbre: que la culpa de nuestro desasosiego es de la derecha y de la ultraderecha. Esto ya forma parte de la filosofía política que el Gobierno y su partido, a fuerza de repetirlo, vienen practicando. Teorías basadas en la ética de la virtud militante, desarrolladas por Patxi y Pili, representantes de la escuela del relativismo moral económico que propugna y defiende la conjetura de Félix del vacío: 'no hay nada'. Aseveración incardinada en el principio metafísico: 'no caso', que bebe de la idea de que 'nada' es una pseudoidea porque no se puede imaginar ni pensar y 'todo' es un pseudomedio que debe callar. Si añadimos que el TC ha dicho que gobernar no supone responsabilidad, estamos ante el principio fundamental de que lo que se haga se puede hacer sin más limitación que la voluntad, lo que los ingleses acertadamente definen como 'for my balls'. En definitiva, que la filosofía, como el fiscal general del Gobierno o sus abogados, también avala que nada puede existir partiendo de la 'nada' y solo los distintos planos del absurdo pueden dar lugar a la existencia de la realidad, también llamada verdad o virtud.

¿Qué España saldrá de este laberinto pseudofilosófico? Una España encanallada en la que cualquier partido político pueda hacer su santa voluntad y arrastrarnos a todos en su propio beneficio o una España aleccionada para establecer de forma inequívoca la independencia de sus poderes e instituciones públicas para salvar la libertad, la decencia y la concordia.

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