Según las últimas elecciones generales, la mitad de los españoles en edad de votar –y votaron– son progresistas. La RAE define el progresismo como: «Dicho de una persona o de una colectividad: de ideas y actitudes avanzadas». Poco hay, por tanto, que reprochar a actitudes ... tan útiles, productivas y convenientes. Visto así es extraño que no todos los españoles entren en esta definición pues siempre es mejor avanzar que retroceder o detenerse. Habría que identificar también el progresismo como progresismo global y añadir transversal, ya que en él todo cabe. Lástima que sea un club al que solo se accede por invitación. Porque es un club floral de besos cariñosos pero castos, abrazos entrañables y cálidos pero púdicos, risas, baile y regocijo. Lo importante es la felicidad y saber vivir con alegría en un mundo de conjunción planetaria y en un universo infinito.
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La otra mitad de los españoles son, lógicamente, la antítesis del progresismo, esto es la reacción. Un reaccionario es según la RAE: «Quien tiende a oponerse a cualquier innovación» y otros diccionarios dicen: «Persona partidaria de mantener los valores políticos, sociales y morales tradicionales y que se opone a reformas o cambios que representen progreso para la sociedad», vamos, un retrógrado, un cavernario, un troglodita, alguien que prefiere la oscuridad a la luz, la espina a la flor, la inquisición a la libertad, el sacramento a la iluminación intelectual, la fe a la razón. En fin, un fascista de tomo y lomo con crematorio en casa. Parece que en este club hay mucha gente desinformada y descerebrada que ama de la oscuridad.
Esta es la España constitucional que nos propone la izquierda, si esto que tenemos es izquierda y esto sigue siendo España. Una memez infantiloide que incita al sarcasmo. Me quedo con Marx y su lucha de clases, al menos había acción, porque el progresismo es más simple que el mecanismo de un botijo, hortera hasta en sus corrupciones y poco fiable, pero convincente. Tampoco es que la derecha mejore la propuesta porque, quizás, se encuentre también a gusto en este reparto desquiciado. Y en el medio, sorprendidos, quedamos los huérfanos de ideología.
Parece que el debate actual revuelve los bloques fijando el foco, cómo no, en Cataluña, por un puñado de votos. Votos importantes sin duda. Con un precio: la amnistía. No entro en la discusión jurídica porque es jugar al despiste, ya que todos sabemos que en el marco legal todo es posible gracias al arte progresista. Esperemos que, esta vez, se haga bien y no demos la posibilidad a violadores y pederastas de solicitarla.
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El gran problema aquí no es jurídico, es político, ni judialización ni gaitas. Los españoles vamos a tener que reconocer que tenemos una pseudodemocracia represora, opresiva, intolerante e intransigente con los derechos de las minorías nacionalistas, que hemos expoliado sus territorios y hemos ejercido una dominación colonial depredadora y, como consecuencia de ello, los catalanes, inocentes, no tuvieron más remedio que levantar la voz contra el oprobio, la injusticia y la opresión. Por tanto, debemos reconocer que ha habido presos y exiliados políticos. Menuda papeleta nos queda. Pero... ¿son todos los españoles? No. Los progresistas quedan al margen y a salvo, con un argumento muy curioso por su sencillez: convirtiendo la nación en Estado Gobierno, de manera que la responsabilidad es del Gobierno Estado de la derecha reaccionaria (antiguo régimen) que provocó la insatisfacción nacionalista y su respuesta cándida y lógica al agravio. El Gobierno Estado progresista (nuevo régimen) no tiene nada que ver y es el que afianza la convivencia por su talante y su inteligencia política. Unos ofrecen el perdón y los otros se llevan la culpa. Y añado, desaparecida La Nación, que es cosa reaccionaria, quiere decir que España no existe ni ha existido nunca, lo cual tiene guasa, hay identidades históricas diferentes y diferenciadas que merecen un tratamiento especial por el Estado Gobierno, en aras a progresar adecuadamente. Y esto daría lugar y justificaría la memez de la plurinacionalidad –que debería llamarse pluriestatalidad, esto es, Estados Gobiernos independientes porque nación no hay más que una–. Yo no sé si podemos ser más tontos, creo que sí.
Y la última memez. Los españoles sienten miedo ante el avance nacionalista y sus reivindicaciones porque un partido con ansias de poder está dispuesto a ceder la integridad de España a un partido nacionalista tóxico, corrupto y supremacista, aunque, eso sí, progresista, para reafirmar su nuevo régimen. Yo creo que son los nacionalistas los que deben andar con cuidado si quieren sobrevivir a la voracidad socialista, porque, con sus barones y sus históricos, es una máquina de propaganda aniquiladora de sueños políticos y los nacionalistas son pocos y cuando no los necesiten volverán a sus corruptelas, su diada y a castigar a sus zagales porque hablan español. Cataluña será socialista o no será y en ese camino andan.
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