No cabe duda de que vivimos tiempos extraños. Tiempos de violenta confusión en los que nos gustaría que las cosas de la política no fueran lo que parecen, pero que las investigaciones, que avanzan inexorablemente, intuyen. Como yo no soy juzgador de nada ni de ... nadie, y creo que son los jueces (¿y los fiscales?) los que deben determinar las conductas punitivas, me parece que la presunción de inocencia es relevante para un sistema justo y ecuánime que evite errores difíciles luego de enmendar. El problema es que quien demanda la presunción debe respetarla, el que dice no todo vale, debe hacerlo valer; quien pide explicaciones debe darlas y quien expone su palabra no debe despreciarla a no ser que su único interés sea el caos. Y quizás sea este el objetivo.
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Ahora bien, el ejercicio de la política exige una conducta honesta y decente, discreta y rigurosa. Cuando estas cualidades no se dan y las actividades y actuaciones de los políticos desbordan lo correcto estamos ante una responsabilidad ineludible. Cuando, además, utilizas argumentos de defensa disuasorios intentando atropellar al contrario equiparando actitudes y esquivando las aclaraciones pertinentes, entonces la responsabilidad se convierte en culpa. La intriga política, el secreto y la mentira son incompatibles con el discurso inocente. Aunque se retuerza el lenguaje y se crea que por la perversa repetición viene la salvación. Dos palabras desvelan la forma de hacer política del Gobierno: impecable y transparente. Mera burla. La actuación de la 'presidenta adjunta' del Gobierno es de todo menos eso. Es una utilización fraudulenta y permitida de sus derechos conyugales con cargo a las instituciones públicas. Una madeja difícil de desenredar. La única solución, antes de que las cosas empeoren, es la dimisión. Utilizar la agencia tributaria o la fiscalía no va a mejorar la débil posición política porque la impunidad es una virtud solo catalana.
Pero el poder crea dependencia y adicción y su rehabilitación es un proceso complejo que requiere de terapeutas preparados y una gran fuerza de voluntad. Para lograrlo, lo más importante es la familia; su apoyo, cariño y atención son definitivos para pasar el 'mono'. Y el presidente va a necesitar más ayuda que nunca. O eso o las elecciones catalanas, en menor medida las vascas porque el bloque progresista de derechas está consolidado, van a ser un suplicio para el socialismo amnistiatorio. Ya lo ha advertido el del maletero: «O yo o se acabó la legislatura», y negociar con la derecha progresista catalana va a requerir de un enorme esfuerzo de propaganda, entrega, distorsión y manipulación, por mucho que el feliz eslogan de confundir verdad y realidad fuera soberbio. De esta verdadera realidad lo único que le puede salvar al señor presidente es una mayoría absoluta de cualquiera, lo cual parece descartarse. Intuyo que la convocatoria de elecciones para el próximo mes de agosto es muy probable. Por esto tu marido, Begoña, necesita que aparques los 'bussines', las cátedras, los contactos y las recomendaciones para centrarte primero en el tratamiento de estrés postraumático que la posible pérdida del poder le puede causar y después en la rehabilitación, larga y penosa, que le permita recuperar la confianza y la fe en el proyecto de regeneración del partido, aunque sea en la Republica Dominicana y con Peugeot incluido.
Claro que… lo mismo resuelve el conflicto palestino israelí, como gran especialista que es en convivencias imposibles y se saca de la manga una amnistía internacional a los terroristas de Hamás, les da un Estado propio, les perdona la deuda y le nombran califa del Magreb con el apoyo de Marruecos. Esta posibilidad tampoco resulta ni realista ni verdadera y ya solo quedaría la propaganda a machaca martillo para distraer, enmarañar y ensuciar definitivamente la política que se venía a limpiar e intentar convencer a algún incauto de que la responsabilidad es de otro. O, en última instancia, subvertir el orden, al estilo propuesto por el grupo de Puebla, instaurar el socialismo del siglo XXI, crear una constituyente, someter al poder judicial, encarcelar a la oposición, cerrar los medios de comunicación discrepantes y establecer el progresismo como única e insustituible forma de gobierno a perpetuidad. Y, ya sí, seremos pobres, pero felices.
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Esta última opción tampoco es muy realista, aunque podría ser verdadera. Pero no, España no está para viajes al pasado porque el espíritu de las calaveras del Valle de los Caídos nos contempla. Ellos sí saben lo que pasó y las consecuencias que tuvo. Confundir historia con memoria siempre lleva a sustraer la verdad.
Malos tiempos vivimos.
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