Hace muchos años que padecemos la enfermedad social más desgraciada que existe, que no es otra que la del mal gobierno. De izquierda a derecha no hemos tenido, que yo recuerde y ya voy teniendo una edad respetable, una legislatura sin sobresaltos, sin calamidades y ... sin contratiempos que nos permitiera acercarnos a las urnas con tranquilidad y sin temor. Siempre hemos tenido la sensación de que gobernaban los mismos y con las mismas intenciones y que eran las crisis provocadas o sobrevenidas, unas veces económicas y otras políticas, las que decidían el destino de nuestro voto. Otra vez tengo esa sensación de que vamos a votar contra alguien y no a favor de un proyecto en el que todos estemos integrados y en el que veamos a España como algo necesario de defender, de hacer progresar y de fortalecer.
Publicidad
Si hacemos un repaso de nuestra historia democrática, vemos cómo se confirma la regla y cómo confusas intervenciones provocan el caos y el cambio. El centro democrático, primer gobierno constitucional, acosado por el terrorismo y la insatisfacción social postfranquista, acabó con un golpe de Estado. El primer socialismo libertador acabó entre corrupciones, entrega de la riqueza y movimientos contraterroristas del peor estilo. Los conservadores pusieron los pies en la mesita de la Casa Blanca y entramos en una guerra, donde nadie nos llamaba, por unas armas de destrucción masiva que algún político soberbio, petroimperialista y malintencionado sugirió, y terminó entre corrupciones y protestas. El segundo periplo socialista empieza con un atentado terrorista del que todavía creemos que fue provocado por unos yihadistas, confidentes de la policía, sin estructura financiera e ideológica, y terminó con la peor crisis económica recordada. De nuevo, los conservadores vuelven al poder con la economía devastada y termina con la Cataluña política insurrecta a punto de llevarnos a un enfrentamiento de consecuencias desconocidas que se salva con la rendición política y la huida del líder del levantamiento. El tercer periodo socialista comienza con una moción de censura y un gobierno raro, socialcomunista dicen, al que le llega una pandemia y una guerra, y que va a terminar como el rosario de la aurora, con la economía temblando, la Constitución pidiendo auxilio, los datos estadísticos sobremanipulados, la ley por rastrojo, los españoles enfrentados y una grieta enorme entre la verdad/realidad, la que la mayoría ve si observa su entorno, y la mentira aparente, inducida y disfrazada de progreso. Según indican las encuestas, este último periodo socialista será el más corto, cuatro años, pues no habrá posibilidad de reelección, como sí ocurrió en todas las demás legislaturas menos en la primera. Aunque ellos no lo crean, no parece que lo hayan hecho demasiado bien.
Quizás España importa poco y lo que realmente importa es ser socialista o comunista o conservador o liberal o nacionalista, esto es, ser de un partido, de una tendencia ideológica cerrada o de una fe excluyente. Y no hablo de banderas ni de historias. Hablo de dejar de ser unos peleles, unos rancios y unos soplamocos dependientes de la deuda europea y de las influencias sociopolíticas ajenas. Hablo de ver el futuro más allá de la simple renovación del poder, porque los enemigos son muchos y están haciendo con nosotros lo que les da la gana. No somos un país rico ni influyente, por eso nos iría mejor si miráramos más a los que son como nosotros, con los que compartimos sangre, lengua y cultura, que sentarnos a la mesa con los ricos esperando que nos paguen la comida o nos den un carguito figurativo. El hecho de ser europeos no quita para que podamos ser algo más y proponer algo más. Tampoco hablo de imperios, sino de amistad, unión y frente común. Ningún presidente español de la democracia ha tenido como objetivo el acercamiento de nuestra cultura, más allá de un viajecito corto con alguna reunión intrascendente. ¡Y, demonios, tenemos un Rey aburrido, con un contrato laboral de fijo discontinuo, carné de conducir y con disposición para viajar, al que se podía sacar partido!
El futuro se aventura complicado con la decadencia política y económica de Occidente y la amenaza china, que con un sistema político represivo y sumiso poco a poco va accediendo a los resortes económicos y financieros del mundo. El capitalismo futuro será lo que China y el yuan quiera que sea porque tiene aliados con sistemas políticos parecidos: Países Árabes, Rusia, gran parte de Hispanoamérica o mitad y cuarto de África. Europa debe reaccionar, no aislándose, sino aliándose con Iberoamérica y para eso España y Portugal son la punta de lanza de un nuevo equilibrio mundial. Pero Europa no está en esta partida, está desnuda y enredada en sus corrupciones y sus disputas de tres al cuarto.
Publicidad
Esperemos no llegar a la conclusión, tarde e irremisiblemente, de que las democracias han muerto y que el mejor sistema de gobierno es la dictadura comunista, populista y neocapitalista. Los chinos no tienen prisa y van pisando territorios con lo aprendido de Occidente: la deuda.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.