Era costumbre medieval que el padre adoptivo vistiera una enorme camisa por cuya manga metía al que iba a ser su hijo para, simulando su ... parto, sacar su cabeza por el cuello, besar la testa y confirmar así el nuevo vínculo que los unía. La camisa en cuestión la llamaban la de once varas en alusión a la barra de madera o metal de 83,5 cm con la que podemos calcular sus nueve metros de medida. Como todo en la vida, la adopción podía salir bien o mal y desde entonces decimos que alguien se mete en camisa de once varas cuando se complica innecesariamente la vida.
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Retirado en la paz de estos desiertos, cada vez que veo publicado uno de mis artículos musito: «Adrián, te estás metiendo en camisa de once varas». Tal vez sea así, pero entonces algo en mi interior me susurra: «¡Adelante!, eres libre de expresar tu opinión, hazlo con respeto y un punto de humor». A pesar de eso, cada vez que mis pensamientos se materializan en algo escrito y publicado me asalta la duda de si mis lectores compartirán mi punto de vista y los que son contrarios no me guardarán rencor.
No soporto al mendaz de don Sánchez, no hace falta que abunde en mis tesis, el porqué de las descalificaciones ha sido explicado en muchos de mis artículos. Con distinto parecer y afecto, pero en mi línea crítica, tampoco estoy por aplaudir algunas actuaciones del tándem Casado & Teodoro: el primero 'no echa gusto a ná', como diría mi gran amigo y añorado pastelero Alberto Bonache, y esa insipidez en pastelería como en política se lleva mal; del segundo, reconociendo su valía profesional y personal, diría que le falta un hervor, algo más de experiencia cuyo déficit intenta suplir con un punto de prepotencia. En tocante a Abascal, me sorprende las revoluciones que le está exigiendo al motor de su partido: si pasamos de vueltas un ingenio, por mucho aceite que le suministremos, corremos el peligro de 'griparlo'. 'Qui va piano va lontano', dicen nuestro vecinos italianos que saben mucho. El resto de políticos de izquierdas, esos que están disfrutando de un inmerecido poder sin parar de pontificar y meter la pata, sin saber una palabra de nada, obsesionados por el odio a los contrarios, devotos totalitaristas, no merecen mi atención, desaparecerán sin dejar rastro y nadie los recordará.
¿Y de nuestros mandamases regionales qué digo? Creo que me voy a meter en camisa de once varas, pero allá voy. Soy amante del buen vino y me consta que abierta la botella y decantado el contenido la ambrosía gana enteros y eso le ha pasado a nuestro presidente regional: López Miras llegó a la presidencia en garrafa, como producto a granel sin embotellar y de baja calidad, suficiente para entretener al comensal hasta que el maestresala diera paso al buen caldo que iba a llegar del exilio pleno de fama, en loor de multitudes, etiquetado con la marca PAS. Se truncó la importación, el joven Miras decidió entonces meterse en barrica de roble, supo esperar y, ahora, bien decantado, se ha convertido en un político gran reserva, que no en la reserva, ha sabido capear con picardía el temporal de la censura y ha dado estabilidad a su gobierno que andaba en llamas. Génova ha tomado nota, las encuestas le son muy favorables y, si no se precipita, puede que sea candidato con posibilidades de ganar las próximas elecciones regionales.
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El socialista Conesa ha llevado una trayectoria contraria a la de su rival: de buen alcalde a mal líder de la oposición, ha terminado por avinagrarse. Le han perdido las prisas, ha querido el sillón antes de tiempo y, tras la catástrofe, ha reaccionado penosamente. Mucho ruido y pocas nueces. Su ultima acción: no apoyar la manifestación contra el Gobierno por el cierre del Trasvase podría justificarse si aspirara a ser premiado con algún cargo digital regalo de su jefe, pero si pretende liderar nuestra sedienta comunidad, suspenso y expulsión del aula. El duelo al sol de Ballesta y Cámara merece capítulo aparte, y por último, a doña Ana le viene al pelo la fábula de Samaniego y las mil moscas, golosa como aquellas quiso la miel y cayó presa de su codicia. Los demás políticos perdonarán mi ausencia, pero me quedo sin espacio.
El Padre, representado por el Congreso del PP, vestida su gran camisa de once varas, tendrá que elegir qué cabeza besa para su adopción como candidato a las elecciones: la de don Casado o la de doña Ayuso.
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