Quizás no sea el momento adecuado para su inclusión en los planes de estudio, en perpetua e inacabable renovación, solo entendible por un selecto grupo de iniciados. Es un recurrente retorcer la naturaleza de las palabras, sin atisbar cambios significativos conducentes a mejorar no solo ... los resultados educativos globales, sino la comprensión de la realidad. Pero por proponerlo que no quede, con el argumento de que cabría introducir conocimientos elementales de genética, para disponer de instrumentos que permitan discernir no pocos retos de la sociedad actual. Las razones pecan de obvias. No pasa el día sin que salgan a relucir cuestiones relativas a los genes, unidades elementales de la vida, encargadas de regir todos los aspectos de esta. Es un bagaje de saber, siquiera elemental casi ineludible, puesto que, en algún momento, dada la espectacular evolución de la medicina, podemos vernos en la tesitura de tener que decidir sobre aspectos capitales referentes a nuestra salud, en los que la clave reside en la genética. O sencillamente como un aspecto de cultura general para movernos con propiedad a través del universo informativo de la sociedad actual. Cada día surgen noticias relacionadas con este fascinante campo de la ciencia más innovadora. El ejemplo más claro y reciente, el excelente reportaje de fondo principal en este diario el pasado día 16, acerca de un instrumento revolucionario en la biología, bajo todos los puntos de vista, como es la metodología CRISP. Técnica capital tanto para la investigación como para su aplicación en la clínica cotidiana para el tratamiento de innumerables procesos médicos de todo jaez. Aunque hablar de cultura y general resulta descorazonador, pese a disponer en el momento actual de una apabullante y de fácil acceso cantidad de recursos de aprendizaje.

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De la importancia de la genética acaba de dar cumplida cuenta la Academia sueca, al conceder el Premio Nobel de Medicina de este año al científico sueco Svante Paabo, galardonado por sus contribuciones a la conocida como paleo-genética. Una disciplina dedicada a reconstituir el genoma de los hombres prehistóricos y desvelar incógnitas sobre aspectos cruciales de nuestras sociedades actuales. En este caso incluso se podría, en el actual ambiente de crítica sostenida, considerar que dedicarse a semejante cometido no deja de ser una frivolidad para investigadores ociosos, al no verse por el profano una utilidad práctica de aplicación inmediata y real. Algo así como lo que sucede con la controvertida minusvaloración de los estudios de humanidades. Cualquier aspecto que nos acerque a la comprensión de los mecanismos íntimos de las reacciones biológicas es bienvenido por sus beneficios derivados al impulsar el avance de múltiples disciplinas relacionadas.

Acercarse a los relatos sobre la evolución de la especie humana es fascinante, como enfrascarse en una buena novela de aventuras. Nos imaginamos a esforzados científicos, ataviados a lo Indiana Jones, en remotos abrigos y cuevas de parajes inhóspitos, escarbando en yacimientos en busca de minúsculas partículas para su análisis. En aras a alumbrar aspectos en los que las zonas de sombra, por la dimensión temporal en millones de años, invitan a rellenar no pocas lagunas. La inmensidad de las cifras temporales abruma. En el conocido relato original se señala en algún lugar de África occidental el origen de los primeros ancestros humanos, el 'Homo sapiens'. Desde la sabana africana, la especie inició una marcha imparable hacia Eurasia. En este ahora inimaginable viaje entraron en contacto con otra especie diferente, los neandertales, atribuyéndose a esta relación su extinción, como especie diferente a los sapiens. Gracias a la investigación del actual Nobel ambas especies, cosa insólita en sus resultados, disponemos de un 2% de herencia neandertal en nuestro genoma. Sus trabajos, sobre el material genético procedente de restos humanos fosilizados, han permitido alumbrar numerosos aspectos de la evolución humana, y propiciado un significativo cambio del paradigma científico evolutivo hasta ahora imperante. En el árbol evolutivo de la especie esto supondría descartar la teoría de un tronco común único que progresivamente se ramificaría y considerar los cruces entre linajes humanos distintos.

Desvelar la estructura del genoma humano significó uno de los hitos más importantes de la mente humana. Con ello se abrió un abanico inmenso de posibilidades en el estudio y tratamiento de enfermedades. Sus derivaciones conceptuales han supuesto, además, cambios culturales esenciales. No solo por el impacto científico, al extender su influencia a cuestiones como la bioética, los aspectos legales o, incluso la filosofía, al entroncar con fronteras del pensamiento que inducen a plantearse reflexiones sobre el interrogante de conocer la naturaleza humana. La poderosa fuerza de la genética exige, por tanto, disponer de conocimientos para transitar con propiedad por el mundo actual.

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