Es fascinante la cantidad de dinero público que empleamos en campañas contra el 'bullying', en compartir el vídeo del Atleti al respecto, en firmar en ... change.org peticiones sobre el tema y, en fin, váyase usted a saber qué más cosas que subir a 'stories' de Instagram como evidencia de nuestra falta de empatía social maquillada en acciones que sirven para poco pero blanquean nuestra conciencia.

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El país de la indignación con casi todo, y la hipocresía por bandera como si nada, llevó a la ganadora del Benidorm Fest, concurso que elige al representante español de Eurovisión, a borrarse sus redes sociales por el acoso indiscriminado que sufría. Imaginen que el día más feliz de sus vidas se torna en prácticamente el peor porque una manada de personas legítimamente enfadadas porque el mundo es injusto han decidido que van a verter tal cantidad de odio contra ustedes que al final la única solución que les queda es aislarse del mundo para no sufrir tanto.

Esto le ocurrió a Chanel, nuestra nueva heroína nacional, hace apenas unos meses. Medios de comunicación de izquierdas, miembros del Gobierno, oposición y eurofans en general lanzando campañas de descrédito infames en las que se le acusaba de no tener talento, de promocionar la prostitución (?), de letras machistas, de enseñar demasiado su cuerpo o de ser una choni que desacredita el movimiento feminista. Una artista que se había limitado a hacer su trabajo machacada porque sus cánones no casan con los de la turba políticamente correcta. Ya saben cómo funciona esto: las mujeres podemos hacer lo que queramos siempre que todo lo que podamos querer coincida con lo que la izquierda quiere para nosotras.

Y a pesar del 'bullying', de tener al Gobierno de España diciendo en rueda de prensa del Consejo de Ministros que no la querían como representante, o a desaparecer de la esfera mediática durante meses; Chanel ha devuelto el orgullo nacional a una España que desde 2010 e Iniesta no había vuelto a tener un ídolo común de un calibre como el que, accidentalmente, ella ha conseguido ser. Y ese accidente no se ha producido por un golpe de suerte de ella, sino por uno nuestro: que hayamos tenido la fortuna de que hubiera un muro de dignidad enfrente de la turba que pretendía arruinarle la vida a aquella a la que ahora todos adoran.

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El ejemplo que ha dado Chanel vale mucho más que los miles de millones de euros invertidos en cínica publicidad institucional, particularmente porque nos enseña tres lecciones que son impagables. La primera, que una mayoría, por muy mayoritaria que sea, no tiene por qué tener ni el criterio para juzgar a nadie ni mucho menos la razón en los juicios que emite. La segunda, que el mayor reto del acoso es la capacidad de abstraerse de él y entender que para conseguir tus objetivos, al final, solo importa lo que permites que te importe. Y por último, pero no menos importante, que cuando salgas del acoso los primeros en adularte serán tus acosadores y será en ese momento, ya desde la atalaya de saber que lo has conseguido, cuando descubrirás lo pequeños que eran los que te hacían sentir enano cuando en realidad eras gigante.

El mundo es muy injusto y las generaciones venideras lo sufren con más intensidad de lo que lo pudimos vivir nosotros. En nuestra época el acoso se vivía de 9 a 17 en el colegio, y ahora se sufre 24 horas al día a través del móvil, de las redes sociales y de todas estas herramientas tremendamente útiles en su uso y obscenamente peligrosas en el abuso. Pero todas esas personas que ahora lo sufren, o todos aquellos padres que lo pasan incluso peor que sus hijos viendo lo que les hacen, deben saber que a la nueva heroína nacional española hace apenas unas semanas la proyectaban como la villana más patética que se les ocurra los mismos que ahora la tienen en un pedestal.

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Sirvan estas líneas para agradecer a Chanel el fabuloso espectáculo que ofreció en Turín, por ser la ganadora moral del concurso, por llevar a España a lo más alto y, sobre todo, por enseñarle al mundo que después de la tempestad a veces más que la calma llega el Olimpo. Qué bien cuando todo sale bien.

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