Bondades del bono cultural
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La cuestión no es determinar si busca arañar votos o no, sino si se trata de una medida interesante y eficaz a la hora de reactivar un sector que está tiritandoMAPAS SIN MUNDO ·
La cuestión no es determinar si busca arañar votos o no, sino si se trata de una medida interesante y eficaz a la hora de reactivar un sector que está tiritandoEl anuncio, por parte del Gobierno de España, del lanzamiento de un bono bultural de 400 euros a partir de 2022 ha puesto de manifiesto, ... una vez más, la fatalidad del 'hooliganismo' partidista que azota a este país. Como era de esperar, las primeras reacciones dispararon al bulto, sin analizar mínimamente la raíz de la propuesta y tirando de automatismos ridículos que empobrecen hasta la náusea el debate político. No tardaron en salir algunos destacados representantes de los medios afines a la derecha para calificar la iniciativa de «otra ocurrencia más» del Gobierno de Sánchez, concebida como una huida electoralista hacia adelante por conseguir el voto de los nuevos electores. En este contexto de incandescencia y de respuesta rápida, el líder de la oposición, Pablo Casado, tildó la medida de «peronista» y, ya de paso, arremetió contra el hecho de que la partida de 400 euros destinada a los jóvenes de 18 años pudiera ser invertida en la compra de cómics y de videojuegos –a los que, indirectamente, se ningunea– como bienes culturales 'menores' en comparación con la cultura 'seria'.
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Lo curioso de estas primeras y desbocadas reacciones es que vinieron proferidas por quienes, años antes, habían contemplado con envidia la puesta en marcha del 'bonus cultura', en Italia, y del 'pass culture', en Francia. A todos ellos, la iniciativa de ambos gobiernos les pareció un síntoma del desarrollo social y del cuidado de la cultura mostrado por tales países. En cambio, cuando se anuncia la implantación de un proyecto similar para España, los aspectos positivos que vemos en otros lares se tornan –por arte del maniqueísmo ideológico y de la oposición estulta– en una acción populista que solo persigue comprar el voto de todos aquellos ciudadanos que, recién cumplida la mayoría de edad, podrán depositar por primera vez la papeleta en la urna. En rigor, no existe un solo gobierno en el mundo cuya gestión no vaya encaminada a lograr votos. Querer convencernos de lo contrario es de un cinismo obsceno. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de Isabel Díaz Ayuso, que no se toma una cerveza sin pensar en el rédito electoral que pueda obtener. La cuestión no es determinar si el bono cultural busca arañar votos o no, sino si se trata de una medida interesante y eficaz a la hora de reactivar un sector como el de la cultura, que está tiritando de frío.
¿Por qué otorgar 400 euros para gasto cultural a los jóvenes de 18 años y no a los de 20 o 48? Es evidente que a todos nos gustaría que los recursos del Estado fueran ilimitados y que ayudas como ésta tuvieran un carácter universal y fueran extensibles a cualquier ciudadano –con independencia de su edad. Pero seamos realistas: los presupuestos son los que son y, frente a ello, los juicios y análisis realizados han de tocar tierra si es que pretenden tener un mínimo de credibilidad y no parecer el producto de una conversación de barra de bar. Como sucede en Francia e Italia, la entrega de una ayuda económica a los jóvenes de 18 años para invertir en cultura busca subrayar el carácter simbólico existente en el hecho de alcanzar la mayoría de edad legal. El 'bonus cultura', el 'pass culture' o el bono cultural pretenden aportar un motivo de celebración por dicha mayoría de edad, incentivando a los jóvenes a que las primeras decisiones que tomen como adultos vayan orientadas al consumo cultural.
España, además, es un país que socialmente siempre ha considerado la inversión en cultura como un gasto innecesario o, simplemente, como un despilfarro. Nadie se queja ni tacha de populistas las ayudas ofrecidas por el Gobierno para comprar un automóvil, pero, cuando se trata de implementar ayudas para el sector cultural, no pasan ni cinco segundos antes de que se reproduzcan los viejos 'toletoles' de la 'ultura de la subvención', etc. La diferencia entre la fórmula de la subvención directa a un proyecto determinado y el bono cultural es que el objetivo de la primera es hacer viable dicho producto cultural, mientras que el de la segunda es aumentar la masa crítica susceptible de consumir tal propuesta. Subvencionar una película, una obra teatral o un festival te garantiza que tales productos vayan a existir y a enriquecer la oferta cultual de un territorio, pero no aseguran que su mera viabilidad vaya a sumar nuevos públicos. Tampoco la bajada del IVA cultural –absolutamente necesaria– tendría el mismo efecto sobre la fidelización de nuevos consumidores que una ayuda directa para invertir en productos culturales. La política del descuento o de la rebaja de precios incide principalmente en el público ya fidelizado, pero no supone un revulsivo suficiente a la hora de crear nuevos consumidores. A quien no frecuenta los espacios culturales o no tiene el hábito de leer le resulta indiferente que el precio de las entradas o de los libros descienda un 10%. Sin embargo, cuando tú entregas un bono de 400 euros para consumir exclusivamente en cultura, muchos individuos que en la vida se hubieran planteado pisar un teatro, un museo o una librería podrán hacerlo por primera vez. Además, este incentivo va dirigido a jóvenes de 18 años –la edad adulta más temprana–, cuyos hábitos sociales están todavía en construcción y pueden ser redirigidos hacia el consumo cultural por mor de estrategias tan interesantes como el bono cultural. Ojalá la idiocia que rige el debate político en España deje paso a un mínimo de consenso. Medidas como esta bien merecen un esfuerzo de inteligencia –aunque sea transitoria–.
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