El bicentenario olvidado de Gregor Mendel
Legó una lección a los jóvenes que se embarcan en la carrera científica: deberían poner su ímpetu y raciocinio en el trabajo, postergando las ansias de fama y dinero
El pasado mes de julio se cumplieron 200 años del nacimiento de Gregor Mendel, uno de los padres fundadores de la genética como disciplina científica ... y autor de las famosas leyes que explican la transmisión de los caracteres hereditarios, una contribución excepcional para disfrute o tortura de nuestros bachilleres. Salvo quizá en círculos especializados, esta efemérides ha pasado completamente ignorada en los medios de comunicación, como cabría esperar en una sociedad que vive de espaldas a la investigación y piensa que los nuevos test diagnósticos, los fármacos y las vacunas surgen por generación espontánea.
El examen cuidadoso de las investigaciones clarividentes realizadas por Mendel nos ofrece, sin embargo, importantes lecciones de vida y ciencia. Así, debemos resaltar su metodología de trabajo meticulosa, solitaria y paciente, cobijado del mundanal ruido por los altos muros del convento agustino de Brünn, en agudo contraste con el agresivo sistema actual de investigación, basado en grandes equipos multidisciplinares, que pujan por conseguir enormes recursos humanos y materiales. Deben batallar a diario en dura competencia contra sus oponentes para ser los primeros en desvelar y explicar los misterios ocultos del conocimiento, publicar sus resultados en revistas de relumbre y llevarse la gloria científica, una ambición no incompatible necesariamente con su sentido altruista a favor del progreso humano.
Trabajando con los humildes guisantes, Mendel diseñó experimentos precisos que implicaban miles de cruces, debiendo estudiar concienzudamente su progenie hasta concluir cómo el cruzamiento de dos individuos pertenecientes a variedades puras (homocigóticas) da lugar a híbridos iguales en la primera generación filial; en el siguiente cruce tiene lugar la segregación de los entes portadores de los caracteres (genes), produciendo genotipos distintos. Mendel intuyó que estos patrones biológicos son aplicables a un gran número de caracteres y extensibles a todos los seres vivos. Fue la suya una labor metódica y sin urgencias durante años, donde Mendel aplicó un tratamiento matemático riguroso que demostraba la existencia de leyes naturales con validez universal.
Su obra permaneció ignorada hasta su redescubrimiento a comienzos del siglo XX
Tengamos en cuenta que Mendel formuló sus ideas revolucionarias sobre la transmisión de la información hereditaria entre generaciones, sin conocer cuál era el sustrato portador de la herencia (los cromosomas) ni su base molecular (los genes). Sorprendentemente, la transmisión independiente de ciertas variaciones hereditarias descrita por Mendel guarda similitud con los mecanismos de reducción cromosomal durante la formación de los gametos (meiosis) y su posterior duplicación durante su conjugación para formar el zigoto. Igualmente, sus conceptos esenciales de dominancia o recesividad son de aplicación actual en el estudio y tratamiento de las enfermedades de base genética.
Como ya imaginarán, Mendel no recibió en vida reconocimientos de ninguna clase y concluyó sus días terrenales en la beatífica paz del convento. Algunos científicos coetáneos que conocieron su contribución revolucionaria, o bien no la entendieron o directamente decidieron ignorarla, para evitar que su prestigio quedara disminuido por el trabajo de aquel gigante. Varios cuadernos de campo con las anotaciones manuscritas de Mendel se perdieron y su obra permaneció ignorada hasta su redescubrimiento casi milagroso a comienzos del siglo XX. Con su ejemplo, Mendel legó una penúltima lección a los jóvenes que se embarcan en la siempre incierta carrera científica: deberían poner todo su ímpetu y raciocinio en el trabajo, postergando las ansias de fama y dinero. Como el propio Mendel sentenció: «Su tiempo llegará...».
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